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Medio: El Día
Fecha de la publicación: jueves 18 de enero de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Eso fue hace ocho años cuando nadie hubiera pensado en un deterioro tan prematuro de este proceso político que no ha llegado a los 20 años y que se desató precisamente cuando la renaciente democracia había ingresado en un periodo de crisis por falta de los resultados prometidos por los líderes que derrotaron a las dictaduras y que generaron grandes expectativas en la población.
La impaciencia nos llevó del fuego a las brasas y aquello lo pueden atestiguar muy bien los países que hoy enfrentan verdaderos desbarajustes económicos, sociales y políticos, que obviamente son regresivos y amenazantes con la democracia, pero que de ninguna manera cambiarán el rumbo de la historia.
Otro que hizo una declaración sorprendente, ni bien había empezado la administración de Evo Morales en 2006, fue el reconocido politólogo boliviano Cayetano Llobet, quien afirmó que el denominado “proceso de cambio” era otro más de los periodos de transición en la traumática historia política nacional, que si bien ha extendido el tiempo de duración de los gobiernos, no consigue superar el permanente estado refundacional, que nos lleva a cambiar desde el nombre del país y todas las leyes, a ensayar uno y mil experimentos y por último, a intentar un peligroso camino marginal, alejado de cualquier precepto constitucional y democrático.
Pese a que lo de Venezuela, lo de Cuba y lo de Bolivia pueden generar pesimismo y a pesar también de que los enemigos de la democracia parecen dispuestos a todo y que los auténticos demócratas no consiguen resultados a la velocidad que lo quisieran, la mejor respuesta sobre el futuro del continente lo está dando la propia gente, que seguramente creyó y se ilusionó con las promesas de los populistas que hablaban de una profundización del proceso democrático, pero que degeneraron en errores mucho más gruesos y torpes que los gobernantes que tanto han criticado.
La reacción del ciudadano que se está viendo todos los días en las calles, de manera clara y contundente, deber ser entendida por los gobernantes como la firme convicción de que la democracia, que como decía Winston Churchill, “es el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los demás”, puede tener tropezones, puede ser acechada por aventureros que buscan repetir viejos errores, puede progresar a paso lento, pero en definitiva, es una senda de la que no debemos apartarnos, porque lo contrario sería renunciar a la libertad y a la concordia que tanto nos costó reconquistar.
La democracia puede tener tropezones, puede ser acechada por aventureros que buscan repetir viejos errores, puede progresar a paso lento, pero en definitiva, es una senda de la que no debemos apartarnos, porque lo contrario sería renunciar a la libertad y a la concordia que tanto nos costó reconquistar.