Medio: El Día
Fecha de la publicación: viernes 11 de enero de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Que el Tribunal Supremo de Justicia haya determinado que la Constitución pueda ser violada, aduciendo un absurdo derecho humano del presidente Morales para ser reelegido indefinidamente, es también un acto delictivo, y el que el Tribunal Supremo Electoral haya admitido ese ilegítimo binomio para las elecciones primarias, (por más ridículas que éstas sean), es también otro acto delictivo.
Y sin embargo, las cosas están como están y precisamente debido a esa asociación delictuosa conformada por miembros de todos los poderes del Estado, está visto que no queda otra opción para el ciudadano amante de la paz de someterse a los caprichos y a la angurria de un grupo de políticos, que desnaturalizados, han perdido el sentido del servicio a la comunidad para estructurarse y asociarse para servir sus propios intereses, vale decir, permanecer en el poder y usufructuar del mismo, aviones y palacios incluidos.
La idea de una insurrección, es tan poco factible como la de una huelga de hambre, y es que quienes están en contra de esta violación a los derechos democráticos de la población y a la Constitución, son ante todo personas sensatas, no fanáticas, no desesperadas, y que por lo mismo no estarían dispuestas a morir por unos ideales, que aunque muy importantes, no son más importantes que la vida misma.
Llámelos tibios, llámelos cobardes, pero en realidad su verdadero apelativo es de personas sensatas y de bien, y ahí está por supuesto en parte su debilidad, nada podrán contra grupos de choque y de pandillas organizadas por quienes detentan actualmente el poder y quieren quedarse con él para siempre.
Ese triste escenario, cargado de impotencia, es el que nos depara este malhadado año 2019, los bolivianos estamos secuestrados, hay un grupo de díscolos que han tomado nuestra casa, y nos están obligando a hacer lo que a ellos les da la gana, a bailar su música, y cosas peores. Ellos tienen las armas y el sartén por el mango, y a los ciudadanos de bien no nos queda otra opción, que humillados, seguir su juego.
Sin embargo, las elecciones de fin de año podrían modificar las cosas. Cabe preguntarse no obstante, si en caso de que pierdan, Evo y los suyos, ¿respetarán los resultados? Todo hace pensar que no lo harán, pero existe la mínima posibilidad que no puedan salirse con la suya.
Reitero, estamos secuestrados, y sin muchas esperanzas de salir airosos de esta situación, pero la apuesta más sensata es aguantar, tragando sapos vivos como sociedad, con la esperanza de volver a una democracia plena en enero del año 20.
La justa electoral será de lo más desigual, los unos desde el aparato estatal, con todas las ventajas que legal e ilegalmente esto conlleva, con un Poder Judicial a su servicio, y con un Tribunal Electoral servil a sus intereses. Será una lucha de David contra Goliat, pero como sabemos hay golpes que pueden ser certeros y que pueden dar ventaja al más pequeño.
No, este año no será un año fácil para Bolivia, no lo será para quienes no pueden tolerar la prepotencia de los poderosos de turno. La acción de una empresa del Gobierno contra Raúl Peñaranda, uno de los periodistas más prestigiosos de nuestro medio, que sólo puede ser vista como un vil intento de amedrentamiento, es la tarjeta de presentación con la que han inaugurado la nueva gestión.
Será un año turbulento, pero es posible que muy buenos vientos cambien el panorama en la próxima época de lluvias.