Medio: El Deber
Fecha de la publicación: viernes 11 de enero de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Nos cuentan que el Gobierno ha multiplicado por más de tres el dinero que gastará el Ministerio de Comunicación, que este año no será ministerio. Es la agencia publicitaria electoral. Ya lo hicieron para las elecciones de 2014 y para el referendo de 2016. Gastaron cada vez alrededor de Bs 600 millones. Saben lo que cuesta una campaña a todo dar, en todos los medios, a todas horas, con recursos ilimitados. Eso han presupuestado echando mano hasta de lo que estaba reservado para educación, que según la nueva Constitución es el sector más sagrado.
El Estado daba un monto a todos los partidos para sus campañas electorales. Era para igualar oportunidades, para que todos pudieran hacerse conocer y escuchar. El voto informado es más representativo, más sabio, más democrático. La primera decisión de Evo Morales fue suprimir esas subvenciones. Él se quedó como único beneficiado. Él convirtió al ministerio en su agencia, a los medios estatales en medios exclusivos de su persona y de su partido. Se apropió del presupuesto estatal. Puso todos los bienes del Estado al servicio de su campaña. Distribuyó los departamentos y municipios de todo el territorio nacional a sus ministros y a sus funcionarios, que ya no atenderán sus carteras. Serán publicistas de campaña.
No hace mucho dejaban morir a los inválidos de todo el país porque no tenían cuatro millones para atenderlos. No hay un millón para remedios de los enfermos de cáncer. No hay cómo atender las necesidades de Potosí ni con qué bachear carreteras. Pero para mostrarnos a Evo todo el día y al coro de aduladores, para echarle incienso y pintar de oro sus desaciertos, para hacerle propaganda, no hay 4, ni 40 ni 400 millones. Hay más de 600 millones de bolivianos solo para que nos hablen de él todo el día, para alabarlo y endiosarlo, para contarnos su propia y limitada visión de la ciencia y de la historia. Y eso, sin contar sus viajes en avión privado, a terminales privadas, sin contar las obras que hacen para que inaugure, sin contar sus museos y palacios, sin contar los costos de movilizar a todo el personal oficial.
Un analista decía que era desproporcionado lo destinado a Comunicación. Claro que sí, pero no es lo más grave. Es peor la malversación de fondos, es desfalco de cifras astronómicas. Y peor aún, que nosotros tengamos que pagar la campaña del único al que hemos dicho que no, que basta, que ya está bien.