Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 08 de enero de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Evo Morales, la estrella de este curioso espectáculo, invirtió cientos de millones en su imagen por más de una década. Todo el accionar del MAS estaba pensado para hacer de Morales el caudillo insustituible, eterno y total. Cuando llegó el momento de mostrar a la sociedad civil la indestructibilidad del monarca, el régimen convocó de mutuo propio a un referéndum y como todos sabemos el pueblo le dijo no. El caudillo quedó preso de su propia trampa.
Los renacientes partidos también quedaron entrampados: si participan, legitiman la presencia ilegal e ilegítima de ambos oficialistas, si no lo hacen, le entregan el poder en bandeja de plata y permiten que el acto eleccionario legitime su mandato “chuto” por sí solo. Si participan en las elecciones generales la opinión publica pensará que le “hacen el juego” al oficialismo, si no lo hacen dirá que no tuvieron la talla para enfrentarlo.
Los comités cívicos se fortalecieron súbitamente porque una buena proporción de ciudadanos no cree en los partidos y encuentra en los comités un mecanismo de expresión y participación. El problema es que la acción de estas instituciones cívicas no tiene efectos políticos y estatales por sí misma, de manera que están entrampadas en dos opciones posibles: Si apoyan la democracia sólo pueden hacerlo (en esta particular coyuntura) a través de los partidos, lo que los transforma en actores más políticos que cívicos. Si no actúan políticamente a despecho de sus propias posiciones doctrinales y el oficialismo gana las elecciones, la opinión publica les echará en cara que le “hicieron el juego a la dictadura”.
Las plataformas ciudadanas que constituyeron no hace mucho en una verdadera amenaza a las pretensiones despóticas del régimen fueron enormemente debilitadas por efectos de la LOP. Sin embargo, se estructuran en base a tres axiomas: El primero, sostenía que no hacían política. No eran ni pretendían ser políticos. El segundo, expresaba un profundo desprecio por los partidos y no se aproximaban a ellos para no “contaminarse”, y el tercero, sostenía que su independencia les aseguraba la vigencia y poder social que representaban. Ninguno de los tres dio resultado alguno en términos de la coyuntura. Ahora tienen menos fuerza, más desorganización y menos posibilidades reales de poder político. La trampa en este caso fue la LOP. Su destino está ahora en lo que más desdeñaron; los partidos políticos