Medio: Correo del Sur
Fecha de la publicación: lunes 07 de enero de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Es un año electoral y eso es suficiente para augurar confrontación entre las fuerzas que buscan llegar al poder. En el caso de Bolivia, la pugna de intereses será entre quienes pretenden hacerse del poder y quienes pelean para quedarse en él.
La búsqueda del poder es el motor de las sociedades humanas. La forma de organizarse para administrarlo determina nuestro grado de educación. Mientras más se respetan las normas previamente convenidas, más civilizada es una sociedad. Cuando no se respeta la ley, la amenaza de caos es permanente.
En ese marco general hay que analizar a esta Bolivia de 2019. El primer elemento, que ya ha sido identificado como tal, es la inminencia no de una sino de dos elecciones, las primarias, previstas para este mes, y las generales que determinarán el panorama político de fines de este año y los siguientes.
En ese marco, tenemos un partido, el Movimiento Al Socialismo (MAS) que ya hace bastante tiempo ha dejado en claro cuál es su principal interés, reelegir a Evo Morales, y ha actuado en consecuencia. No ocultó sus intenciones y lo menos que podemos hacer es reconocer que fue honesto en ese punto. El problema es que su afán reeleccionista ha pasado y está pasando por encima de las leyes y eso es lo que preocupa desde el punto de vista institucional.
No importa cuántos argumentos utilice, que muestre a un país que progresa y un régimen eficiente –planteamientos que son cuestionables–, el problema de fondo en Bolivia es que el intento reeleccionista de Evo Morales vulnera la Constitución y punto. Cualquier otra discusión al respecto es inútil, aunque esté orlada de discursos sobre una Bolivia en crecimiento.
Como el partido en función de gobierno intentará reelegirse, es obvio que la oposición le saldrá al frente así como importantes segmentos de la sociedad civil, como ha ido ocurriendo en los últimos meses. Eso significa confrontación.
Pero sería injusto cargar todo el peso de la responsabilidad por la confrontación que se viene al oficialismo porque la oposición también tiene su cuota parte.
Para empezar, tenemos una oposición tan escuálida que fue incapaz de frenar el avasallamiento del Estado al extremo de que ahora todo le pertenece el MAS, incluidos los cuatro órganos o poderes, y eso significa que llegamos a una situación de autoritarismo que no sólo debió evitarse en las calles o en las redes sociales sino, fundamentalmente, en las asambleas y en los concejos municipales.
La oposición fue incapaz de defender al Estado porque, en lugar de pensar en estrategias para evitar el avasallamiento oficialista y anticiparse a sus movimientos, estuvo distraída en disputas internas; es decir, la correlación de fuerzas de órganos de confrontación política como son, precisamente, las asambleas y concejos municipales.
Su prueba de fuego era la unidad y reprobaron. A la hora de formar candidaturas, ni siquiera para las presidenciales sino simplemente para las primarias, sacaron a relucir sus apetitos personales y, en lugar de tener una sola propuesta, una fuerte y sólida que enfrente exitosamente al oficialismo, optaron por presentar varias y, así, forzarán a la dispersión del voto. R