Su argumento, sin embargo, careció de  credibilidad. Candidatos como Carlos Mesa, Víctor Hugo Cárdenas u Óscar Ortiz dijeron que no podían recibir ninguna ayuda para una campaña que consideran espuria. Recordaron que están en contra de participar en las primarias, un mecanismo elegido por el MAS para lograr adelantar la habilitación de Morales como candidato, impedido legalmente de serlo debido al texto constitucional y al resultado del referendo de 2016. Esos candidatos también están en contra de las primarias por una razón obvia: todas los partidos y alianzas inscritas tienen un solo binomio registrado, así que organizar las primarias no tiene ningún sentido más que demostrar, según la idea del oficialismo, mayor número de militantes.

Decimos que la postura de Morales es hipócrita y falsa. Si él quisiera, realmente, “ahorrar recursos”, tal  como ha dicho, podría simplemente ordenar  al TSE que se suspendan las primarias, y, con eso, el país ahorraría 27 millones de bolivianos.

Pero hay más: que Morales diga que no quiere usar la “plata del pueblo” es una afrenta a la inteligencia de los bolivianos: el Presidente utiliza millones de  dólares estatales para su propio beneficio. Para empezar, 20 millones de bolivianos para realizar viajes en su avión en 2019. Otros 120 millones se usarán para transmitir los partidos de fútbol en los que participa  y otros actos a los que asiste. Es Jefe de Estado, pero actúa como candidato.

Ello, para no comentar que controla los medios estatales y muchos otros cooptados por la publicidad estatal y que aprovechará de los más de 500 millones de bolivianos presupuestados para el Ministerio de Comunicación. En general, Morales usa y abusa de todos los recursos del Estado. Por eso puede darse el lujo de rechazar los espacios que le ofrece el TSE en los medios estatales, considerando que casi el 100% de lo que aparece en ellos igual le beneficia.

Morales y el vicepresidente, Álvaro García Linera, han admitido que usarán las primarias para demostrar que el MAS tiene más militantes que la oposición y, así, consolidar una idea de fuerza ganadora para los comicios de 2019. 

Es profundamente egoísta este cálculo y, aunque suene cansino decirlo, es insensato si se consideran las enormes necesidades que tiene el país y en las que podrían invertirse los recursos destinados a una elección-pulseta. Es más, algunos candidatos opositores han adelantado que no llamarán a votar a sus militantes y que solamente efectuarán  un “voto simbólico” para cumplir con la norma. 

Esa, que es aún una propuesta, ha sido respondida por la presidenta de Diputados, Gabriela Montaño, como una “treta” de la oposición para justificar una menor cantidad de votos.

Así las cosas, ya no queda duda de  que esta no será una elección más que de nombre, pues no se elegirá a nadie y solamente se cumplirá con el capricho del MAS y su binomio, los que tienen el poder de forzar este acto para mostrar su musculatura y poder. Será el “día del desperdicio”. Uno más de una larga lista.

Es curioso, en medio de este extravío, que la misma presidenta de Diputados, Gabriela Montaño, haya salido a la palestra hace unas semanas a reclamar por los daños que hicieron a las instalaciones del TSE en Santa Cruz unos presuntos activistas del 21F.

“Con el dinero de los daños causados al Órgano Electoral por la #OposiciónViolenta en Santa Cruz, podríamos construir un hospital o escuelas. Daños por el incendio en el TED y el Sereci alcanzan los   6,5 millones de dólares”, expresó Montaño, mediante su cuenta en Twitter.

Resulta paradójico que le duela (como a todos) el desperdicio de dinero público. Pero, 6,5 millones es menos de un tercio de lo que costarán estos comicios inútiles. Claro, ese gasto no le pesa a Montaño ni a sus correligionarios