La utilización corriente de esas dos definiciones se ha extendido en Bolivia y otros países y, en ambos casos, es equivocada. Es más, la opinión de que la segunda idea pueda ser aplicada a la realidad también es absurda, como han probado los hechos.

En Bolivia, el término populismo en ambas formas ya estuvo en uso desde tiempos de la Guerra del Chaco (1930) y fue planteado en varias oportunidades por elementos llamados de “izquierda” y puesto en práctica por algunos gobiernos “socialistas”. Pero esos esfuerzos peregrinos fracasaron en forma rotunda, unos tras otros. Sin embargo, el error fue repetido sucesivamente hasta el presente, cometiendo así una completa idiotez y no solo una, sino varias veces.

A fines del Siglo XX, este populismo elevado al grado de “ideología” fue propiciado por teóricos de “izquierda”, como Fausto Reinaga y otros “izquierdistas”, entre ellos Felipe Quispe, Álvaro García Linera, Félix Patzi y otros, y fue convertido en programa de gobierno por el actual partido en el poder.

Sin embargo, el partido gobernante se cuidó de enunciar esa ideología como programa oficial, aunque intentando llevarlo a la práctica en las más diversas formas. En efecto, ataca al capitalismo y elogia al sistema comunitario ya enterrado por la historia. A la par, está empecinado en construir el “Socialismo del Siglo XXI”, de acuerdo con los lineamientos populistas del Foro de San Pablo. Pese a sus fracasos, sus seguidores no han podido entender que se trata de una “ideología” irrealizable, una utopía.

En todo caso, en particular el populismo considerado de origen económico ha sido recientemente confirmado como doctrina oficial del gobierno de Evo Morales, por uno de sus teóricos, en un artículo publicado en un matutino local (4 de noviembre de 2018), titulado “Aprender del populismo”. El mismo en forma concreta sostiene que “el gobierno populista del MAS acercó el Estado al pueblo…”, que “El populismo del MAS tiene el acierto de mostrar un norte…”, que “el gobierno populista del MAS es consciente de la persistencia de los problemas históricos irresueltos…”, etc. y finaliza asegurando: “El desafío es grande: aprender del populismo y a la vez remontar tareas de fondo que importan a la gente, sin caer en la retórica y manipulación populista…”, etc.

En esa forma, el populismo, tomado en el peor sentido de la palabra, resulta declarado como ideología oficial con claros objetivos formales e informales, destacando, al mismo tiempo -según el autor de dicha nota-, que “el populismo del MAS tuvo el acierto de mostrar el norte a seguir” y que “el boom económico internacional coincidió con la llegada del MAS al poder, fue socializado como un logro material…”, que “tuvo origen en el súper precio de las materias primas, más que en la renegociación de los contratos de las transnacionales” (sic), todo lo cual muestra en qué meandros se encuentra empantanada la historia del pensamiento político boliviano.