Medio: El Diario
Fecha de la publicación: jueves 03 de enero de 2019
Categoría: Representación Política
Subcategoría: Democracia paritaria
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Esto verdaderamente sí que constituiría una hermosa realidad, que resaltaría con letras de oro en las páginas de nuestra historia, porque sería una mujer la que engalane el Segundo Centenario de nuestra creación como nación, sociedad y familia (1825-2025).
A la mujer que, en la acepción de la palabra, sobresale por ser responsable ama de casa, abnegada esposa y cariñosa madre, también se le debería dar la oportunidad para que sobresalga por su preparación profesional, intelectual, y profundo conocimiento de la problemática nacional e internacional. Esto es, eligiéndola como la primera mujer que ocupe constitucionalmente la presidencia de Bolivia.
La mujer tendría con voz y voto en las resoluciones gubernamentales de la nación, con amplia libertad de escoger, dirigir y administrar no solamente instituciones de beneficencia, sino también ministerios, instituciones, organizaciones, reparticiones y en todas aquellas instancias en las que su capacidad y responsabilidad sean necesarias.
Mujer que en uso de sus facultades inherentes a tan alto cargo constitucional, no solamente censure o critique, sino que denuncie públicamente todo acto contrario y lesivo a los sagrados intereses de la Patria Heredad.
Mujer que, con total prescindencia de ideologías extranjerizantes y ajenas a nuestra idiosincrasia, sea la fiel representante y la voz autorizada de esa mayoritaria población femenina del país, que así como constituya el punto intermedio de las fuerzas políticas y no políticas de la ciudadanía toda, también esté revestida de correcto manejo de la cosa pública, por la mujer ciudadana que deberá primar por siempre.
Mujer, anónima, que por haber llevado en el pasado y llevar en el presente toda una vida llena de sufrimientos, desesperanzas e incomprensiones, demostradas heroica como maternalmente, aun con el renunciamiento a su propia existencia, no solamente merece nuestra admiración, sino fundamentalmente nuestro respeto. Y es que en esa figura frágil y fina, en ese rostro dulce y cariñoso y en esa actitud sincera y generosa, se encierra lo más preciado que pueda poseer ser alguno, “sentimiento humano”, toque maravilloso, por cierto, que tendría la virtud de humanizar y sensibilizar a nuestros gobernantes varones para la toma de decisiones responsables, justas y equitativas. ¿Verdad que sí?