Medio: El Día
Fecha de la publicación: jueves 03 de enero de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Entre los escenarios políticos posibles para el 2019, convergen dos certezas y una incertidumbre.
Primera certeza. Está claro que la primera tiene que ver con la aseveración de que el 2019 será un año cien por ciento electoral, además matizado de una intensa polarización, entre el candidato ilegal del oficialismo y el candidato, entre las fuerzas opositoras, con mayores posibilidades de enfrentar, en elecciones limpias y transparentes, claro, a Evo Morales y el MAS. Esta tendencia, podría, por primera vez y de manera histórica, exigir una segunda vuelta (balotaje) entre los dos candidatos más votados. Esta polarización también se verá reflejada en el electorado. El votante urbano, más consciente, que además se opone a la repostulación ilegal, le dará la espalda con su voto castigo y de hartazgo al oficialismo; mientras que el electorado rural, con control y disciplina sindical, votará a favor de la “monarquía absoluta”, reavivando el clivaje campo/ciudad. La composición de la representación en el órgano legislativo también experimentará una relativa, pero saludable, renovación.
Sin mayoría. La otra certeza, que viene como correlato de la primara, nos permite afirmar que el MAS difícilmente logrará la mayoría absoluta, peor aún replicar la mayoría calificada (dos tercios) obtenida en las elecciones del 2009 y el 2014. Es más, incluso podría ser derrotado y perder el poder en la segunda vuelta. Ahora, si es que finalmente se impone; las condiciones en cuanto al manejo y la concentración de poder, mermarán sustancialmente. En este nuevo escenario, procurando gobernabilidad, estará obligado a generar espacios de negociación y consenso. Algo, ciertamente traumático después de 14 años de alta concentración y abuso de poder.
La incertidumbre. El 2019, entonces, pinta una tendencia negativa para Evo Morales y el MAS, y el objetivo de reproducción permanente del poder. El riesgo está presente y, precisamente, como consecuencia de ese inminente peligro, pasamos a la gran incertidumbre. Existen grandes y razonables dudas de que el MAS no respete las reglas de juego ni acepte los resultados democráticamente. Incluso, aprovechando el poder estructural que le otorga la mayoría calificada, puede cambiar a su favor las reglas de juego, provocando un radical viraje, para garantizar su permanencia en el poder, similar a las estrategias implementadas en su fase decadente por los gobiernos denominados socialistas del siglo XXI. En ese sentido, el 2019 será un año clave para conocer si a los bolivianos nos espera contextos parecidos a los de Venezuela y Nicaragua, con acciones de fuerza que vendrán determinadas desde el gobierno central y sus prebendalmente sometidos “movimientos sociales”.