Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: miércoles 02 de enero de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Entre los escenarios políticos posibles para el 2019, convergen dos certezas y una incertidumbre.
Está claro que la primera tiene que ver con la aseveración de que el 2019 será un año cien por ciento electoral, además matizado de una intensa polarización, entre el candidato ilegal del oficialismo y el candidato, entre las fuerzas opositoras, con mayores posibilidades de enfrentar, en elecciones limpias y transparentes, claro, a Evo Morales y el MAS. Esta tendencia, podría, por primera vez y de manera histórica, exigir una segunda vuelta (balotaje) entre los dos candidatos más votados. Esta polarización también se verá reflejada en el electorado. El votante urbano, más consciente, que además se opone a la repostulación ilegal, le dará la espalda con su voto castigo y de hartazgo al oficialismo; mientras que el electorado rural, con control y disciplina sindical, votará a favor de la “monarquía absoluta”, reavivando el clivaje campo/ciudad. Ahora, como consecuencia de esta votación polarizada, mutará también el sistema de partidos: en la caracterización de Giovanni Sartori, pasaremos del tipo “partido predominante”, vigente en la última década, a un sistema “bipartidista”. Esto dará lugar a la desaparición de varias fuerzas y “líderes”, hasta ahora con presencia marginal en el campo político. La composición de la representación en el órgano legislativo también experimentará una relativa, pero saludable, renovación.
La otra certeza, que viene como correlato de la primera, nos permite afirmar que el MAS difícilmente logrará la mayoría absoluta, peor aún replicar la mayoría calificada (dos tercios) obtenida en las elecciones del 2009 y el 2014. Es más, incluso podría ser derrotado y perder el poder en la segunda vuelta.
Ahora, si es que finalmente se impone, las condiciones en cuanto al manejo y la concentración de poder, mermarán sustancialmente. En este nuevo escenario, procurando gobernabilidad, estará obligado a generar espacios de negociación y consenso. Algo ciertamente traumático después de 14 años de alta concentración y abuso de poder.
El 2019, entonces, pinta una tendencia negativa para Evo Morales y el MAS, y el objetivo de reproducción permanente del poder. El riesgo está presente y, precisamente, como consecuencia de ese inminente peligro, pasamos a la gran incertidumbre. Existen grandes y razonables dudas de que el MAS no respete las reglas de juego ni acepte los resultados democráticamente. Incluso, aprovechando el poder estructural que le otorga la mayoría calificada, puede cambiar a su favor las reglas de juego, provocando un radical viraje, para garantizar su permanencia en el poder, similar a las estrategias implementadas en su fase decadente por los gobiernos denominados socialistas del siglo XXI. En ese sentido, el 2019 será un año clave para conocer si a los bolivianos nos espera contextos parecidos a los de Venezuela y Nicaragua, con acciones de fuerza que vendrán determinadas desde el gobierno central y sus prebendalmente sometidos “movimientos sociales”.
Ante de ello, sin embargo, el MAS intentará persuadir al electorado medio utilizando a su antojo toda la inmensa maquinaria estatal. Veinte ministerios en campaña intensa y permanente. Con ese objetivo, el ministerio de Comunicación, el 2019, cuenta con la astronómica cifra de 527 millones de Bolivianos, monto que triplica a los 150 millones presupuestados para el 2018 (El Deber, 27 de diciembre 2018).
No obstante esta desigual competencia y descomunales ventajas, si el resultado es negativo para Evo y el MAS, y se impone en el escenario polarizado, el candidato “outsider, en este caso Carlos Mesa; la transición será traumática y la ingobernabilidad será el signo predominante, con los “movimientos sociales” en contra, cuyos dirigentes no estarán dispuestos a renunciar a los “intercambios” simbólicos y de recursos, fomentados a partir del carácter neocorporativista del gobierno del MAS.
Más allá de las certezas, sobre estos resultados finales, surgen paralelamente muchas incógnitas y dudas que serán despejadas precisamente en un año, a finales del 2019.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón.