Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 02 de enero de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Es un concepto que me permite explicar con una sola palabra (que no existe en el diccionario), el sistema político de Gobierno.
La machocracia no es el gobierno de los hombres, sino el gobierno de l@smachocratas; en su régimen caben también mujeres siempre y cuando se adscriban a una visión machista de la sociedad y de sí mismas. Una machocracia no cambia ni cae por el acceso de mujeres a cargos de mando, porque ellas funcionan como legitimadoras útiles.
La machocracia abarca la economía, el arte, la familia, la justicia, la educación, la gestión del territorio, la gestión de maternidad y paternidad, de la salud, el orden de prioridades de una sociedad, los medios de comunicación y absolutamente todo. El lugar de las mujeres en la machocracia no está sujeto únicamente a relaciones de violencia machista continua, sino que implica todos los aspectos de la vida política y social. La machocracia es que todo esté regulado y funciona a la medida de las expectativas del machista y que la palabra de cualquier hombre valga más que la palabra de cualquier mujer.
Para citar dos ejemplos didácticos, sembrar el país de canchas de césped sintético es la expresión de un gobierno machocrata. Decir que el pueblo está expresado en la Central Obrera Boliviana, donde se anula todo lo que con el trabajo de las mujeres esté relacionado, es machocracia también.La machocracia es un sistema político que sostiene su gobernabilidad a través de la asignación de privilegios directos para todo hombre desde su nacimiento hasta su muerte. Estos privilegios construyen relaciones de lealtad política logrando que la mayor parte de la población masculina se identifique automáticamente con el régimen machocrata.
El concepto de machocracia es tan importante como el de patriarcado; patriarcado es el sistema de dominación que implica el orden de todas las relaciones sociales en jerarquías; la machocracia es el gobierno del machismo como régimen cultural y político intermedio que regula específicamente el orden de las relaciones hombre-mujer, femenino-masculino en la sociedad. En ese contexto el machismo no es un acto de discriminación, sino un acto de gobierno.
La machocracia es el régimen de cosificación intensiva de las mujeres, al punto que cada mujer pase por el examen físico continuo de su cuerpo y la etiquetación correspondiente de su valor “erótico” social.
La machocracia es el régimen de humillación social permanente de las mujeres.
La machocracia es la absolución de todos los hombres de todos los trabajos relacionados con el cuidado y crianza de l@s niñ@s y el cuidado y sostenimiento del trabajo doméstico, al punto que todas las mujeres tengan una recarga de responsabilidades que les impida pensar, descansar, tener tiempo libre y que cada hombre tenga tiempo disponible para sí mismo y para juntarse entre hombres para hacer: música, deporte, arte, política o cualquier otra actividad exclusivamente entre hombres.
La machocracia es el contenido y la forma de la democracia que estamos viviendo; no es una dictadura que mata mujeres usando las fuerzas militares, es una machocracia donde los machistas están matando mujeres para perpetuar el sometimiento de las mujeres, donde se nos prohíbe relacionar un crimen con otro, donde se plantea la serie de crímenes como la suma inconexa de problemas individuales y no colectivos para impedir la crítica institucional estructural de la machocracia como régimen de gobierno.
La machocracia se sostiene sobre la servidumbre sexual y laboral de las mujeres, y se debilita cuando una mujer se mueve del lugar de sumisión, pero al ser un régimen político puede ser resquebrajado estructuralmente únicamente a partir de la lucha colectiva de las mujeres que no busquen un lugar dentro de esta estructura, sino que tengan la convicción de romperla en pedazos y hacerla añicos. L@s que nos acusan de querer instalar el machismo al revés se equivocan; la ruptura que proponemos busca inaugurar un mundo de relaciones horizontales.