Medio: La Estrella del Oriente
Fecha de la publicación: domingo 30 de diciembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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La potencia política de la agenda de octubre era incontrastable, el viejo modelo no tenía como responder al debate central. El neoliberalismo fue derrotado políticamente a partir del estrepitoso fracaso económico, la apuesta progresista era la reorientación de la economía hacia el desarrollo nacional y la justicia social, en contraposición a la apuesta neoliberal de la exportación del excedente a partir del dominio transnacional sobre la riqueza, en este debate la derecha decadente estaba derrotada, por ello es que se activa el viejo sueño regional de la reorganización territorial del estado, esto por supuesto moviliza pasiones y centra su accionar en las emociones que vinculan las frustraciones regionales con el abandono perverso del centro, se intenta con ello negar el aspecto central del debate, la disputa por el excedente.
Pese a que al final la capacidad de movilización y el oxigeno renovador que contenía en sí mismo la Agenda de Octubre pudo consolidarse e integrar ambas agendas dando como resultado la constitución y el estado plurinacional con autonomías, no se puede negar que esta bandera constituyó en los trece años de proceso la única victoria política de la oposición, pues pese a que no era cierto, ésta supo mostrarse como autonomista ante el imaginario social y abanderarse de esta transformación, con ello sobrevivir en algunas regiones y desde allí intentar consolidar cabeceras de playa para la contraofensiva neoliberal en medio del nuevo Estado.
Hoy en el escenario electoral hay una clara intención de recrear el escenario que acompañó al proceso constituyente, movilizar a partir del sentimiento regional, hay una negación total del carácter autonómico de nuestro estado plurinacional, tal y como ocurrió antes, se intenta confrontar de manera ficticia la agenda patriótica con una Bolivia federal con una fuerte carga demagógica, en 2006, pese al sentido político oportunista, el discurso autonómico era válido pues al mismo tiempo que desmantelábamos un estado neoliberal fracasado, también se desmanteló la república centralista a partir de un nuevo diseño gubernativo, competencial y distributivo.
Hoy las autonomías están vigentes y en desarrollo, el nuevo Estado tiene acordado un diseño que debe perfeccionarse en un proceso de asentamiento que definirá sus ritmos en base capacidad institucional y voluntad política, no olvidemos que el estado plurinacional autonómico viene a superar 184 años de república centralista. Hemos pasado de tener solo dos niveles de gobierno con un marco competencial disperso, a tener definidos constitucionalmente cinco niveles, un marco competencial claro, una régimen fiscal preestablecido, mecanismos de diálogo intergubernativos eficientes, es decir un nuevo Estado, que está lejos de agotarse en sus posibilidades y potencialidades, por ello asegurar que los problemas de Bolivia se resolverán con la federalización, es simplemente demagógico.
Estamos desagregando un Estado históricamente centralista, ese es el reto autonómico, con la complejidad que ello implica, a diferencia de los procesos que han constituido regímenes federales sobre la base de niveles intermedios consolidados que a partir de una subsunción del nivel local a su jurisdicción o mandato, han decidido constituir un nivel central en base a competencias y atribuciones fiscales definidas para el centro desde el nivel meso, nuestra ruta histórica es diferente.
Este es un debate histórico, pero planteado desde la perspectiva electoral solo es oportunismo, pues simplemente se lo usa como bandera para distraer otra vez del verdadero debate, pues en implementación del régimen autonómico en un debate ocioso mientras no hayamos tensionado todas las posibilidades del marco constitucional vigente, en esta elección otra vez volverá a tener el primer lugar en importancia estratégica el dominio sobre el excedente, si el Estado pierde el control sobre la riqueza nacional, no habrá ni autonomía, ni federalismo, ni centralismo posible, simplemente no habrá nación.