Medio: Ahora el Pueblo
Fecha de la publicación: lunes 31 de diciembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Para comprender el momento político actual es necesario entrar un momento en la historia, que nos revela nombres como Aurora Lora, Angélica de Flores, Luzmila Pimentel, la valiente Julieta y Domitila Chungara. Fue justamente el 29 de diciembre de 1977 que ellas desafían a la dictadura con una brava huelga en el templo del Arzobispado de monseñor Jorge Manrique, en La Paz.
Era una huelga de hambre que exigía amnistía general e irrestricta para que vuelvan todos los exiliados, que se contaban cerca de 5.000, para que den libertad a los presos y que dejen salir y andar por las calles, libres, a los que estaban clandestinos acompañados de sus 14 criaturas.
No se trataba por tanto, para estas cuatro mujeres, de una lucha por liberar a sus maridos, sino por la liberación del conjunto de los presos políticos. A los pocos días, un grupo de huelguistas se instaló en los locales de Presencia, posteriormente en otras iglesias de La Paz y en las principales ciudades del país.
El noveno día, otro piquete de huelga se abrió en el mismo matutino, donde estaban dos jesuitas, Luis Espinal y Javier Albó. Por la tarde apareció Domitila Chungara, seguida de otros dispuestos a rifarse el cuerpo en hambre y el alma en la dignidad.
La huelga se abrió en Oruro, en Cochabamba, en Sucre y más tarde en otras ciudades. Capillas, templos, escuelas, salas universitarias, oficinas sindicales, en fin, todo era ocupado por el pueblo enardecido en procura de justicia. Ese gran conglomerado de obreros, curas, alumnos, jóvenes, viejos, cholitas, empleados, comerciantes... Poco a poco, todos en huelga, decían a coro abierto: ¡Amnistía, abajo la tiranía, viva mi patria Bolivia!
El 18 de enero, a los 22 días de huelga (más de 1.200 huelguistas), se llega a un acuerdo entre el representante del gobierno y el presidente de la APDH, en presencia de monseñor Manrique. Se consiguió al fin “una amnistía general a favor de todos los bolivianos arrestados, exiliados, desterrados o rebeldes, por motivos políticos o sindicales”.
Se trataba de una verdadera conquista colectiva asumida con clara convicción por la lucha del pueblo, ya que por la noche, el general Banzer declara “poder en lo sucesivo continuar su plan de democratización” no sin antes precisar que “la amnistía general no dejará sin castigo a los enemigos de Bolivia”...
Ese histórico 18 de enero de hace 40 años, el gobierno dictatorial de Hugo Banzer se hizo pedazos por el soplo poderoso de dignidad proletaria que le infligieron las cuatro mujeres llallagüeñas de alto rango, esposas de los mineros encarcelados y exiliados desde 1971.
Era necesario ese relato para significar el poder de una medida como la huelga de hambre para expulsar a un dictador, a diferencia de los que hoy, en pleno gobierno democrático, asediado con la presión de la violencia, instalan dos a tres piquetes de huelga de hambre que en menos de 10 días se derrumban sin pena ni gloria.
Dirigentes cívicos de Santa Cruz, La Paz y Tarija, que en su ampliado nacional del 13 de diciembre decidieron ir “hasta las últimas consecuencias”, levantaron su huelga de hambre que sostenían porque dijeron fue un “pedido de la Iglesia”, un anuncio que ni los propios opositores se lo creían porque andaban buscando pretextos para festejar las fiestas de fin de año.
Difícilmente es comparable una huelga de hambre masiva contra un dictador de la talla de Hugo Banzer que un par de piquetes de tres a cuatro personas, con una consigna política de un pequeño sector de la población que se dio cuenta que ya no va con la coyuntura, ya que los binomios que se inscribieron al TSE les señalan que el futuro escenario es ir a elecciones de 2019 y ahí se definirá todo.
Esa gesta inolvidable de cuatro bravas mujeres abrió las puertas al tiempo que hoy vivimos. Vivir en democracia y no la forzada manifestación de una consigna caduca (21F) que se derrumbó con sus huelgas, porque así lo decidieron sus propios actores, que optaron con otra expresión democrática que es ir a las elecciones de 2019.
El actual debate político respecto a la reforma constitucional es una de las más importantes porque define el decurso revolucionario, en tanto los conservadores y agitadores de la violencia están dispuestos a todo para frenar la consolidación del proceso y volver al Estado privatizador.
La expansión de la maquinaria política y mediática de los opositores que utilizan las huelgas, los paros, la mentira, la desinformación y el insulto, para doblegar el espíritu combativo, cuando el líder aymara Evo Morales, tendrá otra vez el muro infranqueable del pueblo que no está dispuesto a hipotecar su futuro, sino defenderlo hasta el final.