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Medio: El País
Fecha de la publicación: domingo 30 de diciembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Era posible creer en el ‘hombre nuevo’. Era posible la ‘utopía de paz, amor y libertad’. Los periodistas gozaban de un veranillo irrepetible: cantidad de programas radiales con formatos modernos y muchas nuevas ideas para difundir pensamientos diversos, acciones de actores sociales dispersos por el país; nuevos impresos: Aquí, gestándose al calor de esa atmósfera; Apertura, como vocero de los periodistas de base; Unidad, comunista; Masas, trotskista, además de la prensa tradicional de iniciativas privadas y de la Iglesia católica.
No más miedo al toque de queda. No más susurros en las reuniones sociales. No más citas clandestinas en la parroquia de Munaypata. Ilusos.
Las elecciones no fueron limpias y comenzó una espiral de nuevos golpes, masacres, paramilitares, secuestros, bombas. Las Fuerzas Armadas no estaban dispuestas a dejar el poder y se aferraban a sus beneficios utilizando diversos esquemas para mantener la satrapía. El 17 de julio de 1980 terminó de enterrar aquella etapa de intentos y buenos deseos.
Después, desde el 10 de octubre de 1982 renacieron las esperanzas. Los bolivianos eran capaces de vivir en democracia, de respetar las reglas de juego, de decidir dentro de los mandatos de la Constitución. Muchas organizaciones políticas buscaron un espacio para competir.
A sus 20 años, parecía que la democracia boliviana –favorecida por un entorno regional– entraba a la edad adulta. Las deudas pendientes con los actores más desposeídos comenzaban a pagarse.
Entre 2000 y 2006 los reclamos sociales, algunos tan antiguos como medio siglo de exclusión, promovieron cambios profundos. Todo dentro de lo permitido por la ley y por la legalidad.
En cambio, entre 2015 y 2018, Bolivia retrocedió los caminos recorridos con tanto esfuerzo. En 2018 se consolidó la violación a la Ley de Leyes, incluso usando perversos sofismas. No habrá elecciones legales en 2019. Ilusos.
Todo 2018 fue violento, con perseguidos, con exiliados, con presos políticos. A un dirigente campesino, Franclin Gutiérrez, el ministro Carlos Romero le condiciona la libertad si renuncia a su liderazgo sindical. ¡Libreto de dictadura! El yungueño está preso, sin consuelo y marcado por la muerte prematura de su amado hijito.
Más y más mujeres son humilladas, vejadas, violadas, asesinadas. Hay un discurso que contradice todo aparente esfuerzo por terminar con la impunidad y este horror.
Las portadas de los periódicos están ensangrentadas todos los días. Los crímenes adquieren rasgos truculentos ajenos a nuestra historia particular. ‘Sicariatos’, vendettas, muchísimos linchamientos, jóvenes capaces de matar. Un adolescente en medio de la orgía contra una muchacha drogada.
Es el precio del discurso presidencial y de las decisiones oficiales: la ley está en la gaveta, archivada, no para ser cumplida. Cuando una nación rompe el orden constitucional, todas las otras fichas también se derrumban. ¡Pobre 2019, no será feliz!