En pocas horas, los seguidores del presidente Evo Morales sufrieron una metamorfosis: pasaron de ser aliados a ser cómplices.

En una demostración de astucia política ejemplar, el presidente Morales dijo a sus seguidores: “Cuando termine nuestra gestión creo que juntos vamos a sufrir porque cambia la vida misma; hay que estar preparados, yo sé que están preparados porque termina una gestión”.

Si alguien, entre sus seguidores, hubiera pensado que puede desentenderse de la suerte que pudiera correr el presidente Morales cuando este gobierno haya pasado, supo en ese momento que o se salvan todos o todos van a la cárcel.

Este mensaje tan complejo fue lanzado por el presidente unos minutos antes del juramento de los nuevos comandantes de las FFAA y de la policía nacional, en el nuevo Palacio de Evo Morales.

Los primeros en entender el mensaje fueron los nuevos comandantes, el general Williams Kalimán y el coronel Luis Delgado: dijeron en sus discursos de asunción que ellos son militantes del “proceso de cambio”.

Si alguno de los miembros de las FFAA y de la policía hubiera tenido la esperanza de mostrar que no apoyó a este gobierno para salvarse de los procesos que se avecinan, sabe ahora que los destinos están amarrados por una alianza de sangre… y de corrupción.

Más o menos lo que dijo Lula da Silva en Brasil o lo que repite Cristina Kirchner en Argentina: o nos salvamos juntos o nos hundimos juntos. En Brasil, el mensaje no tuvo mucho impacto: los seguidores de Lula se esmeraron un poquito en defenderlo, pero después se convencieron de que cada uno es culpable de sus propios actos, y lo abandonaron.

En Argentina, el peronismo está dividido entre los que quieren acompañar a Cristina a la cárcel y los que prefieren dejar que ella se las arregle con sus cuentas ante la justicia.

Una ventaja tiene el presidente cocalero boliviano: sus seguidores saben que en Brasil y Argentina existe una justicia independiente, igual que en Argentina. Y que aquí los jueces obedecen ciegamente al gobierno.

Todo eso puede cambiar, según lo saben todos. Pero el astuto cocalero sabe cuánto sirve una advertencia y ha podido comprobar, gracias a los discursos del general de las FFAA y del coronel de la policía, que sus mensajes tienen un impacto inmediato, cuando todos se sienten cómplices.