En la agonía de un año muy difícil, son más los temores e incertidumbres que el optimismo y las certezas por lo que puede ocurrir en 2019. Si el que se va fue tenso y complicado, el que llega muestra desde el inicio preocupantes nubarrones. Apenas acabe el festejo del 1 de enero, el siguiente día amaneceremos posiblemente con un paro médico nacional, debido al desacuerdo del Gobierno nacional y los galenos para implementar el Sistema Único de Salud.

También comenzaremos el año con las tensiones por el doble aguinaldo, ya que la COB rechaza fijar un techo a los beneficiarios del bono y la prórroga hasta marzo para el pago. Tampoco los empresarios están tranquilos con el desenlace de la negociación, puesto que tendrán que cargar en sus espaldas el mayor peso del enredo en el que se metió el Gobierno.

Pero el foco principal de la creciente conflictividad social será la defensa del voto y, consiguientemente, de la democracia. La paz y la unidad de los bolivianos estarán muy amenazadas por la que será, tal vez, la más furiosa confrontación por el poder de los últimos tiempos. 2018 acaba con las heridas que quedaron abiertas por la intensa disputa entre el oficialismo y los ciudadanos que exigen el respeto del resultado del 21-F.

Los cívicos terminaron 2018 con las secuelas del sacrificio de una huelga que sufrió el desdén del Gobierno y la indiferencia del Tribunal Electoral. Volvieron las detenciones, lo que puede radicalizar los métodos de lucha por la democracia o desactivarla con una peligrosa represión. El humor social cambió y hay un gran malestar ciudadano por la insistencia del MAS en incumplir el mandato del 21-F. Nada garantiza que el malestar no estallará de forma violenta.

En el primer mes del año tendremos una primera prueba de fuego para la democracia. La antesala de las elecciones presidenciales son las primarias, que, pese a ser inéditas, nacerán marcadas por la polémica, el rechazo y el descontento.

Con este clima político tan movido e incierto, la economía boliviana corre el riesgo de perder su estabilidad. Y si peligra la estabilidad, por supuesto que las inversiones privadas se detendrán y el ciudadano perderá oportunidades para progresar. Una conducta política irresponsable puede derrumbar los logros económicos alcanzados.

El contexto internacional también se ve complejo, por las tensiones entre las grandes potencias y la radicalización de varios gobiernos.

Con este panorama, el mayor reto de los bolivianos en 2019 es afrontar con madurez la más intensa contienda electoral de los últimos tiempos. Cualquier torpeza del poder acentuará el retroceso democrático que se vive por la intención de enterrar el 21-F. La conservación de la paz y de la unidad es otro desafío enorme. Si la política sigue fallando, sufrirán la economía, la seguridad, la justicia, la educación, la salud y todos los planes para sacar a los bolivianos de la extrema pobreza.