Medio: Correo del Sur
Fecha de la publicación: jueves 27 de diciembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
Sin embargo, ni los unos ni los otros parecen encarnar las cualidades intelectuales y morales necesarias para sortear los grandes problemas que día a día, y tal vez cada vez más, reproducen nuestra condición de país, o Estado, semicolonial. Al respecto, voy a focalizarme sucintamente sobre tres cuestiones: nuestra economía extractivista al borde de otra crisis, la reproducción invariable del régimen político caudillista con ribetes autoritarios, y nuestros hábitos de consumo como expresión de la alienación colonial que palpita vigoroso en nuestras culturas como siempre…
El crecimiento sustancial del Estado y de la inversión pública con base en las rentas por la exportación gasífera en los marcos de la nacionalización “inteligente”, colapsará sin remedio en dos o tres años si no hallamos las reservas necesarias de gas para viabilizar nuevos contratos de venta al Brasil y Argentina similares a los actuales. No obstante, YPFB al margen de sus logros como la gasificación del país, carece de una gerencia seria de exploración, dependiendo totalmente de las contratistas (transnacionales) para desarrollar esa actividad fundamental y decisiva.
¿Qué nos diría al respecto, por ejemplo, Carlos Mesa? Si la economía gasífera colapsa ¿será otra vez por culpa de los “neoliberales”? Como sea, algo es claro: confiar la sostenibilidad del modo de vida al que nos hemos acostumbrado con las rentas del gas, en las operaciones y capacidades actuales de YPFB, implica una ciclópea insensatez. Es preciso refundar la gerencia exploratoria de YPFB, pero a efectos del corto y mediano plazo, eso muy probablemente no alcanzará y la reapertura del debate en torno al ingreso de inversión extranjera al sector advendría inevitable.
Sigamos. Acaso como secuela del achicamiento del Estado durante los años 90 del siglo XX, la capacidad de intervención política de la clase media, prácticamente se reduce a la interacción mediante las redes sociales de internet. Mientras la clase media subsiste penosamente, ni las corporaciones sindicales ni las patronales muestran síntomas de preocupación sobre la ruinosa situación de la educación pública, la institucionalidad del Estado, etc. Al parecer, adolecen de intereses políticos diferentes al resguardo de los suyos propios.
Finalmente, ¿dónde fue a parar aquella “conciencia nacional” que soliviantó la lucha del pueblo contra Goni en la denominada “guerra del gas”? Seguimos siendo una cultura dada a la ostentación del bienestar material y del consumo suntuario, casi siempre realizado, sino siempre, mediante objetos importados: autos, equipos digitales de sonido, teléfonos, juegos y muchos otros. En ese sentido, y omitiendo los matices inherentes al gusto y las prácticas de consumo, blancos, cholos e incluso originarios, no se diferencian mucho, y ello muy a pesar de los 15 años del “proceso de cambio” o la denominada “revolución cultural”.