Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: jueves 27 de diciembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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En ese contexto, y dados los antecedentes acumulados durante los últimos 12 años, se puede afirmar los rasgos principales que tendrán las pugnas por atraer los votos de la ciudadanía en octubre de 2019 tanto en lo que respecta a las fórmulas electorales como a la actitud de la ciudadanía. Más allá de las formalidades, en el frío terreno de los hechos se pueden vislumbrar ya los elementos de juicio necesarios para aquilatar la correlación de fuerzas en el escenario político y lo que se puede esperar en el futuro inmediato.
Dos parecen ser los rasgos principales del proceso, ambos muy similares a los que marcaron los procesos de 2009 y 2014.
Primero, que el MAS tiene el control prácticamente total de la iniciativa política y tiene con toda claridad delineado no uno, sino dos planes de acción. Y los ejecuta con gran eficiencia, pasando por encima incluso, cuando así sus estrategas lo consideran conveniente, por las leyes y los más elementales principios de respeto a los valores y principios democráticos. Y segundo, que la oposición, en todas las facciones en que está dividida, pero sobre todo las dos principales, no logra ponerse a la altura del reto que tiene al frente.
Por lo que se ve, la fórmula oficialista tiene un plan diseñado hace ya más de 12 años. Un plan cuya eficiencia ya ha sido comprobada y ha sido perfeccionado para adecuarse a las siempre cambiantes circunstancias.
El principal objetivo de ese plan es mantener y reforzar su condición de partido prácticamente monopólico, para lo que cuenta con los muchos mecanismos montados durante los últimos años para neutralizar cualquier esfuerzo opositor.
Ninguna de las fórmulas opositoras ha podido, en cambio, siquiera sentar las bases de una fuerza equivalente.
Que sea esa la correlación de fuerzas con que comienza este nuevo año electoral se explica no sólo por la habilidad y falta de escrúpulos de los estrategas oficialistas sino también, y en no menor medida, por la ineficiencia de sus rivales. Es que a pesar de los años transcurridos desde que se iniciara el “proceso de cambio” todavía no se ve, ni remotamente siquiera, una fuerza capaz de oponer resistencia. Sin liderazgo, sin organización y sin un cuerpo de ideas que se plasmen en una propuesta política digna de tal nombre, la oposición no atina a nada más que perseverar en su estéril victimismo.