Medio: El Día
Fecha de la publicación: domingo 23 de diciembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Todavía falta mucho esa fecha crucial y de aquí a octubre del año que viene, la suma de cuestionamientos, las críticas que llegan de afuera y el abucheo ciudadano harán estragos en la popularidad del “proceso de cambio”, que necesita con urgencia un episodio feliz en su disminuida carrera política, que en principio fue muy bien alimentada por numerosas victorias electorales, en el marco de la denominada “democracia plebiscitaria”.
El Gobierno está obsesionado con mostrar que sí tiene la aceptación ciudadana y quiere demostrarlo con una masiva afluencia de militantes, un millón o tal vez más, pues tal como está administrado el Tribunal Supremo Electoral, los votantes pueden aparecer hasta debajo de las baldosas.
Pero en honor a la verdad, el régimen boliviano lleva algo de atraso en la construcción de su maquinaria dictatorial, que en los papeles ya está lista, pero en la práctica es otra cosa. En un sistema totalitario que se precie de tal, un general de policía no hubiera quedado en ridículo como ocurrió con el comandante que ofrecía sus servicios de “James Bond andino”. Hace unos días se filtró un comunicado originado en el Senado que prueba cómo los organizadores de eventos del Gobierno se ven en figurillas para reunir suficiente gente que aplauda y levante las banderitas azules. Si no hay cómo obligarlos y no existe algún mecanismo de control, las graderías quedan semivacías, así se trate de funcionarios públicos que cobran puntualmente el doble aguinaldo.
Hace años que el chavismo venezolano viene aplicando maliciosamente el voto electrónico. Lo usa para controlar quién acude y quién se hace el desentendido, quién falta y a quiénes hay que mandarle un mensaje al celular para que acuda a los centros de votación. Obviamente la dictadura sabe las preferencias de cada uno, en función de eso entrega las bolsas de alimentos y al resto lo condena a sufrir de hambre. Es tal cual funciona el modelo “democrático” cubano, que durante décadas le reportó victorias aplastantes a Fidel Castro, quien desvergonzadamente se ufanaba de ellas y presumía ante todo el mundo. En África, donde tiranos como Teodoro Obiang obtenían hasta el 90 por ciento de la preferencia, usan métodos más rudimentarios, basados especialmente en el palo y el chicote, cosa que ahora está utilizando Maduro con mayor frecuencia.
En Bolivia será difícil evitar el papelón en las elecciones primarias; no hay cómo obligar a todo ese millón de votantes que quiere mostrarle el Gobierno al planeta para seguir insistiendo en la continuidad, nuevo término que usa el presidente para referirse a la ruptura del orden constitucional y que supuestamente la ciudadanía acepta de buena gana. Por eso mismo, suspender es un gran favor, no solo para ahorrarse ese dinerito.
Será difícil evitar el papelón en las elecciones primarias; no hay cómo obligar a todo ese millón de votantes que quiere mostrarle el Gobierno al planeta para seguir insistiendo en la continuidad, nuevo término que usa el presidente para referirse a la ruptura del orden constitucional.