Y también ha dicho que los veinte expresidentes de Iberoamérica, incluido el español Felipe González, con un mensaje similar y la advertencia de que la democracia boliviana está en peligro, son unos entrometidos, sirvientes de la derecha y enemigos de las nacionalizaciones.

Es que nadie tiene derecho, dice el gobierno, de pedir a un presidente que cumpla la Constitución de su país, aunque sea la Constitución que él mismo hizo redactar con sus asesores españoles y los bolivianos aprobaron en un anterior referéndum. Pedir eso es una atrevida e impertinente injerencia.

El anterior rechazo airado similar del gobierno de Morales estuvo dirigido al presidente de Argentina, Mauricio Macri. Fue en octubre pasado, cuando el gobierno argentino había anunciado que movilizaría a su ejército hacia la frontera con Bolivia para tratar de frenar el ingreso de la cocaína a su territorio. El presidente Morales dijo públicamente que el mensaje de Argentina tenía la intención de “amedrentar” a Bolivia. Es decir que si alguien se propone frenar el tránsito de la droga por las fronteras está amedrentando a los bolivianos, a todos los bolivianos, no solamente a los del Chapare. Eso no lo sabían los argentinos.

Una respuesta similar se merecería una eventual observación de la FIFA sobre el brutal rodillazo que el señor presidente Morales aplicó, en la zona de los genitales, a Daniel Cartagena, en octubre de 2010, cuando no estaba en juego la pelota, la grande. El presidente, seguido de sus guardaespaldas, en previsión de que el agredido pudiera reaccionar, ordenó al árbitro expulsar a Cartagena, orden que se cumplió de inmediato. La respuesta a una impertinente observación de la FIFA debería ser que el organismo mundial del fútbol no puede entrometerse en las leyes del fútbol aplicadas por el Estado plurinacional. Será un deporte mundial, pero en Bolivia se aplica las reglas propias, por aquello de la autodeterminación.

Si se diera un reclamo formal de Argentina y Perú por la droga que llevaron los cisternas de YPFB a esos países, adjunta al GLP, se podría decir algo así como que nadie puede entrometerse en el libre tránsito de mercaderías.

No hay que tolerar ninguna injerencia.