Cuando no hay contrapeso para controlar los abusos de una fuerza hegemónica, la democracia funciona a medias o no funciona. En esa situación, un gobierno hace lo que quiere: "para mis amigos todo; para mis enemigos, la ley". A veces le sirve la CPE, y entonces sí existe. Las más veces lo ignora olímpicamente. "El que manda aquí soy yo". Aunque falta como un año para las elecciones, ya se ha decidido iniciar la batalla electoral. No hay quien haga respetar los tiempos definidos. El TSE es una dependencia burocrática. Está bajo orden de quien lo manda.

Manipulando el ambiguo pacto de San José y con eso de "meterle nomás", el gobierno apuesta a la reelección indefinida. El sólo anuncio en esos términos identifica a un régimen dictatorial. En Cuba, Venezuela y Nicaragua no existen los principios democráticos de la periodicidad y la alternancia. El procedimiento utilizado es similar: introducen cambios en la Constitución; con esa estratagema y el candidato único, las elecciones siempre ganan. Como son tan eficientes, dizque el "pueblo" les pide continuar.

El otro contendiente electoral no es menos decepcionante. Esos opositores son más bien, en realidad, excelentes colaboradores del gobierno. La participación diligente de los partidos en la inscripción de sus binomios para las elecciones primarias (lo cual oficializó la inclusión del binomio oficialista) es un testimonio de esa aseveración. De esa forma contribuyeron a anular el 21 F. El gobierno y el TSE no podían tener mejores aliados. 

En más de una década la oposición - del llano y del parlamento - no pudo promocionar ninguna figura nueva en la política, ni siquiera con promisorio talento potencial. Por eso volvieron los viejos partidos y los líderes de ayer, con el propósito muy comprensible de "reivindicar la veteranía", como ha dicho Don Jaime Paz. Para ensañarse con sádica complacencia lo empujaron a Carlos Mesa hasta convencerlo. No es el político que quisiéramos tener; pero si con él se gana, bienvenido. En la situación actual, es difícil encontrar un líder capaz de dirigir un plan nacional de lucha. Al parecer, la mayoría está soñando con un curul u otra canonjía burocrática. Para ellos no existe democracia, patria ni país. 

Dos palabras para "la banda de los cuatro". Es el "árbitro bombero" que sólo hace lo que le mandan. Intelectual y moralmente es incapaz de hacer otra cosa. Nada convincente ha dicho sobre el desbarajuste del padrón electoral. Con su incompetencia completa el cuadro crítico de hoy. En sentido metafórico, todos los elementos mencionados son los bueyes con los que debemos arar la dura tierra de la democracia depauperada.