Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: miércoles 19 de diciembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Y siguen otros de más triste memoria. Tal vez el peor sea el llamado “corralito de Villa Montes”, porque es ciertamente una alta traición a la patria. Sucedió en plena campaña del Chaco, en noviembre de 1934. Enrique Peñaranda planeó la subversión y Germán Busch lo ejecutó, pasando de héroe a villano. Con tropa trasladada del frente de batalla, se rodeó el recinto donde se encontraba el presidente Salamanca. Tras su renuncia obligada, lo destituyeron del cargo. El Gral. Lanza que lo acompañaba, arrojando sus presillas al suelo, exclamó: “tengo vergüenza de pertenecer al ejército de Bolivia”. Y en otro momento el depuesto presidente, con mordaz ironía, dijo a los golpistas: “Es el único corralito que les salió exitoso, pero lo hicieron contra su presidente”.
En 1979 sucedió el llamado “golpe demencial” de Todos Santos. La IX Asamblea de la OEA que se realizó por primera vez en La Paz, aprobó una resolución con apoyo unánime de los cancilleres a la demanda marítima de Bolivia. Ese resonante triunfo diplomático se dio a poco tiempo de haberse reimplantado la democracia y hallándose en curso un juicio de responsabilidades contra el dictador Banzer. Sin conocer estos antecedentes no se puede comprender el grave daño que causó dicho golpe al país. Pinochet y Banzer –por separado– lo celebraron de gran manera; tenían motivos para sentirse felices. Era el primero de noviembre. Como todos los años, esa mañana llegaban los difuntos. ¡Qué insolentes son los plomos! Ni a las almas respetan.
Corramos el calendario al presente. Cierta vez le preguntaron a una socióloga: “¿Con tanta cosa que sucede, usted cree que puede haber un golpe de Estado?” Y ella respondió: “No, porque las condiciones no están dadas”. ¡Quién sabe! Es cierto que al estilo tradicional, con ruidos de sables en los cuarteles y tanques en las calles, tal vez ya no haya. Pero de otra forma, como la que estamos viendo ahora, contra la democracia y el 21F, sí es posible. Desconocer el veredicto de las urnas, ignorar el artículo 168 de la CPE, recurrir a medios y mecanismos deshonestos para burlar la voluntad popular; todo eso prueba que está en marcha un golpe de Estado.
Antaño, los uniformados hacían a los civiles; pero como ahora son parte del “proceso de cambio” –según manifestaron sus propios comandantes– lo más común es culpar de cualquier vandálico episodio a las víctimas; la lucha ya no es, como ayer, para llevar a un nuevo salvador de la patria a la presidencia; ahora es más bien para sostener a rajatabla un caudillo que no quiere irse.
El autor es ciudadano de la república.