Medio: ANF
Fecha de la publicación: martes 18 de diciembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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La
hiperinflación inauguró un estado de derecho con libertades libertinas
que precipitaron el adelantamiento de elecciones y la apertura de una
ventana por la que Jaime Paz Zamora se coló en la papeleta de
presidenciables, resignándose a que, finalmente su tío Victor (Paz
Estenssoro) sería presidente sin ganar elecciones, asociándose con
Banzer como ya lo hiciera en el golpe de Estado en 1971, inaugurando la
democracia pactada todavía sin repartija de poder y pegas: El General
vivía urgido por demostrar que era tan demócrata como sus pares de la
multicolor y multisigno, con el nefasto antecedente de que siete años
antes cerraba otros siete de dictadura con Plan Cóndor y masacres de
Tolata y Epizana incluídas.
Desde entonces he ejercido ciudadanía
en las urnas, en aquella elección de 1985 votando en blanco. Cuatro
años después no dudé en marcar por el candidato que se desataba las
manos y evitaría que el ex dictador ingresara a Palacio por la compuerta
democrática: Goni no era de izquierda, pero su aparente centrismo
prometía librarnos del reingreso de la bota militar con el betún
abrillantado por ese voto duro con promedio de 20 por ciento, a la
silla presidencial. Años después caeríamos en cuenta que el dictador
desarrollista de los 70 no era desde la ideología económica muy
diferente de ese Sánchez de Lozada que terminó sus días de vida pública
como un vulgar represor inducido al suicidio poltico por su Ministro de
Defensa, Carlos Sánchez Berzaín.
Banzer, Paz Estenssoro y
Sanchez de Lozada, secundados por Paz Zamora, adscribieron a Bolivia al
unipolar neoliberalismo que impidió por dos décadas consecutivas la
emergencia de un proyecto alternativo que nos permitiera comprobar
esperanzados que otra izquierda era posible. Así sobrevivimos durante
ese tiempo en el que nos convencieron que el pragmatismo insensibilizado
con las variopintas demandas sociales era el único camino para que el
país no se nos muriera.
Rehacios al militarismo dictatorial
sudamericano de los 70-80 debidamente digitado por el departamento de
Estado norteamericano, creímos con espantosa ingenuidad que Goni sería
el empresario distinto que cambiaría las cosas, pero lo único que logró
fue posponer, --aparte de dibujar las condiciones del nuevo saqueo a
cargo de las transnacionales que tomaría forma en su siguiente gobierno
(2002-2003) -- la llegada del General a la presidencia, cosa que
finalmente sucedería en 1997, elección en la que al igual que en 1993,
no volví a votar por el que ni siquiera llegó a Bachelor en Filosofía y
Letras de la Universidad de Chicago, cineasta aficionado y exitoso
millonario de la empresa minera mediana COMSUR.
Voté por Goni
en 1989, y en elecciones municipales una vez por Juan del Granado (2004)
y otras dos por Luis Revilla (2010 y 2015), convencido de la
importancia de la continuidad institucional y programática para La Paz, y
fue en 2002 que sufragué por segunda vez en mi vida electoral por un
candidato presidencial con el criterio de no entregarle el parlamento en
charola de plata a los gonistas, banzeristas y a los manfredistas (de
Reyes Villa) y decidí marcar por Evo Morales que perdió apenas por una
diferencia de 1.62 por ciento de los votos con un extraño corte de luz
en medio de un crucial recuento nunca debidamente explicado por esa
Corte Nacional Electoral presidida por nuestro maestro de la
Comunicación, Luis Ramiro Beltrán. A partir de entonces continué votando
por Evo --2005, 2009 y 2014--, y además voté por el Sí en el referéndum
revocatorio que se transformó en ratificatorio (2008), lo mismo que por
la nueva constitución política (2009) y por una nueva repostulación el
año 2016 con el mismo criterio por el que voté por Del Granado y Revilla
para Alcaldes, el de la prioritaria continuidad, en el entendido de que
el ciclo político que persigue el objetivo central de la erradicación
total de la pobreza extrema no debía ser interrumpido en el contexto de
la llamada Agenda 2025, objetivo mucho más posible de alcanzar con el
nuevo modelo económico que con el clásico liberal del que ya sabemos
cómo fracasó y por qué terminó desmoronándose con presidente escapando
en helicóptero desde el colegio Militar de Irpavi.
En el referéndum revocatorio convertido en ratificatorio, Morales logró un aplastante 67 por ciento (2008) y la aprobación de la nueva Constitución Política del Estado alcanzó un 61 por ciento (2009). Desde entonces nos convertimos en Estado Plurinacional de Bolivia y demasiadas cosas han cambiado significativamente para el país, incluída una trama de culebrón muy de melodrama latinoamericano, en el que una señora que ha debido pasar una apreciable cantidad de veces por el cirujano plástico jugó a la mentira mediática propiciada por algún loco del parque -- todas las ciudades tienen sus locos del parque—que primero afirmó que esta dama había sido madre de un hijo del presidente, para luego de conseguido el triunfo del No el 21F, el mismo personaje dijera que no había hijo. La acusación pasaba por tráfico de influencias entre esta señora de apellido Zapata y el primer mandatario, cosa que nunca pudo demostrarse, pero que sirvió perfectamente, a través de una mentirosa operación mediática, para que el No se impusiera al Sí por tres puntos, cerrándole el paso a la modificación del artículo 168 de la Constitución Política del Estado que permitiría la repostulación presidencial.