Medio: El Día
Fecha de la publicación: lunes 17 de diciembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Recurriendo a la literatura política especializada, tenemos en Maquiavelo en su obra Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, una más que ilustrativa enseñanza: “...los que como ciudadanos particulares viven en una república, y por su fortuna o valor llegan a ser príncipes, si leen la historia y saben aprovechar las lecciones que la antigüedad ofrece, seguramente preferirán ser en su patria Escipiones a ser Césares; parecerse más a Agesilao, Timoleón o Dion que a Nabis, Falaris o Dionisio; porque ven a éstos tan llenos de vituperio como a aquéllos colmados de alabanzas; a Timoleón y a los demás con tanto poder en su patria como Dionisio o Falaris, y gozándolo con muchísima más seguridad...”.
En nuestra Bolivia, lejos nos encontramos de figuras tan emblemáticas como Escipión estratega militar ingenioso así como gobernante magnánimo; Agesilao, gobernante espartano digno en sí mismo, iniciando con su educación y preparación para gobernar, como su justicia; Timoleón, estadista, general y consejero griego o Dión con su excesiva moralidad.
No es solamente la calidad de gobernantes que fueron estos personajes, sino quién los destaca y por qué.
Como sabemos, Nicolás Maquiavelo es una autoridad de talla mundial en teoría política, para referirnos que busquemos aspirar a estos prototípicos hombres y si los destaca es en la visión de pensar republicanamente; esto es: respetar las normas e instituciones propias de este tipo de organizaciones humanas, para llevar adelante un proyecto común, a nombre de la libertad, del factor volitivo de cada sujeto formante de ese corpus social. Sin embargo, ese ejercicio de libertad que procura conformar un gobierno o una administración; no es ilimitado, más al contrario quien llegue a dirigir la vida de los demás debe obrar con responsabilidad y ceñirse a un deber ser consustancial a su cargo.
En este diciembre de 2018 si algo queda constatado en nuestro país, es la construcción de un cesarismo a nombre de un buen gobierno, el cual pierde toda legitimidad ya que esa calificación proviene de sí mismo, sumado al hecho de que desde la presidencia boliviana, en muchos casos, se termina gobernando para los acólitos y no así para toda Bolivia; dejando atrás toda enseñanza histórica, desaprovechando oportunidades y farreándose el futuro de nuestro país. Creerá el lector que es una exageración o un grito desesperado de pesimismo, no obstante, cuando nuestro mandatario se compara con Leonel Messi o Cristiano Ronaldo, buscando establecer un símil válido para hacernos entender que él es tan valioso como los preciados jugadores; es una evidencia de lo ególatra del discurso oficialista y lo etno-céntrico que termina siendo el eco propagandístico masista.
La libertad es usada si, cotidianamente en pro o en contra, pero las más de las veces con irresponsabilidad por ciudadanos de a pie y con malicia desde el gobierno institucionalizado. Discursos oportunistas que tildan de dictador a Juan Evo Morales Ayma, así como excusas mesiánicas que procuran determinar que este caudillo es la salvación de todo lo malo del pasado. Cuando se encamina la búsqueda de respuestas más allá de nuestras fronteras, verbigracia, el Índice de Libertad Humana, elaborado por el Instituto Cato, de Washington, el Instituto Fraser de Canadá y la Fundación por la Libertad Friedrich Naumann, de Alemania, encontramos apreciaciones negativas pero contundentes y muy difíciles de rebatir ciertamente; ubicando a Bolivia en el puesto 92 entre 162 países, solamente antes de Argentina, Brasil y Venezuela.
Uno de los llamativos indicadores corresponde al Estado de Derecho de 3,1 sobre 10 puntos y 3,6 del funcionamiento del sistema legal. Como es evidente el problema estructural es el Estado institucional, que no cambia de la noche a la mañana y que no obedece a salvadores o mano-santas; sino más bien a un trabajo continuo, planificado, consciente y de empoderamiento ciudadano.
Podría decirse que ese tipo de estudios o relevamiento de datos son sesgados o no toman una u otra variable, pero ¿acaso el ejercicio político de nuestros gobernantes no recorre las mismas intenciones? El Estado Boliviano en su versión plurinacional fue esbozado en el goce de libertad imaginativa, desde la reivindicación social de los oprimidos e invisibilizados, pero esa libertad creadora de los movimientos sociales, ahora que se encuentran en función de gobierno, oprime la libertad de creer en normas, en los límites al poder y sobre todo en la Constitución como redil de ambiciones humanas. No debería ponerse precio a la libertad, es cierto, pero nuestra coyuntura nos está haciendo pagar el precio de no haber estudiado el pasado, de no haber aprendido de él y seguir enamorados de caudillos, temiendo fantasmas ideológicos llegando incluso a satanizar palabras como liberal o derecha, como si de apariciones mefistofélicas se tratara.
La libertad en un Estado Moderno debe siempre conquistarse, creer que es el Estado, el poder institucionalizado o la figura del presidente de turno, quien la otorga; es caer en un romanticismo cándido. Cuando Maquiavelo preguntó en el capítulo XIX de El Príncipe, cómo se ha de evitar el desprecio y el odio, después de haber reflexionado sobre que es mejor: si ser temido o ser amado; recomienda el escritor florentino que es mejor ser temido, aunque advirtiendo que para ello el Príncipe no debe de usurpar los bienes ni las mujeres de sus súbditos. En Bolivia se nos está usurpando el mayor bien de todos: la libertad. Es nuestro deber ciudadano rebelarnos críticamente ante esta coyuntura.