Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 16 de diciembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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A finales de noviembre, los cientistas políticos César Rojas, Eduardo Leaño y Franco Gamboa dirigieron un acto de homenaje a Lazarte, destacando su gran aporte intelectual a las ciencias sociales.
Lazarte está actualmente delicado de salud, pero, pese a eso, aceptó conversar con Página Siete acerca de los riegos que se ciernen sobre la democracia.
¿Cuál es su opinión de la habilitación de Evo Morales como candidato y qué cree que vaya a pasar en adelante?
La forma en que Evo Morales fue habilitado para reelegirse por cuarta vez consecutiva es la prueba de que la reelección inconstitucional ha dejado de ser un problema jurídico-político para convertirse en un problema político de pura fuerza. No se resolvió en los estrados de la justicia constitucional sino en la calle, según nuestros códigos heredados del siglo XIX. Buena parte de la población indignada puede usar esos conflictos como plataformas para echarle más combustible. El proceso electoral de alta tensión marcará la vida del país en los próximos meses.
¿Cuál es la situación de la democracia tras los últimos acontecimientos?
En términos políticos está en juego la democracia. Ambos bandos alegan defensa de la democracia, pero está claro que buena parte de lo que se hace en su nombre va a terminar tocando los cimientos mismos de la democracia. Hace unos 30 años se han intentando canalizar los conflictos de poder de manera pacífica, es decir, el voto debía ahuyentar la idea del levantamiento para resolver conflictos de poder entre unos y otros, pero se ha entrado en una fase regresiva que está afectando la idea originaria misma de la democracia, que es la soberanía de los que votan.
Entonces, ¿estamos en un momento de debilitamiento de este concepto?
Sí, es parte del debilitamiento del conjunto de las instituciones del país. Tenemos instituciones que están en la Constitución, en la ley, pero no hay institucionalidad en Bolivia porque estas instituciones no funcionan de acuerdo a sus propias reglas. Está en la Constitución la independencia de poderes, pero eso no es garantía de nada, es simplemente nominal. Lo que el país ha hecho en su pasado y ahora puede volver a repetirse es que la gente vote y no elija, como ocurrirá en las primarias, lo cual es contradictorio. Estamos llegando al peor momento porque se está atacando la premisa básica de la democracia y es que si la gente va a votar y hay un resultado, por lo menos que se respete ese resultado. En África, por ejemplo, votan mucho, pero normalmente eso termina en conflictos armados, estamos en camino de llegar a esa fase. Entonces, no hay consolidación de la democracia; hemos retrocedido.
¿Cómo han contribuido a esta situación la decisión del Tribunal Constitucional de permitirle al presidente Evo Morales postular, la vigencia de la Ley de Partidos y otros eventos?
No basta decir democracia sin vincularla con los derechos fundamentales. El otro componente es que alguien tiene que hacer funcionar la democracia, alguien tiene que garantizar los derechos fundamentales, eso se llama Estado de derecho y lo que más se ignora en Bolivia es el Estado de derecho. Sin embargo, el Estado de derecho es la garantía última, porque es el monopolio de los recursos de la coacción y fuerza para garantizar que los derechos fundamentales, si han sido violados, puedan ser restituidos, que los autores de la vulneración puedan ser sancionados y asegura al mismo tiempo un buen funcionamiento de las reglas de la democracia.
¿Usted cree que la habilitación ilegal ha desencadenado esta crisis de la democracia?
Es un accidente inmediato, pero buena parte de la inestabilidad política pasada es igual (importante). Los que manejan el poder tienen una tendencia irreprimible a quedarse en el poder por distintas razones. Cuanto más tiempo están en el poder, menos desean irse, tanto porque se han habituado al poder, a vivir desde el poder; el poder se ha convertido en una suerte de protección ante la obligación de rendir cuentas de lo que han hecho. Por eso, en el último tiempo, en América Latina, sin importar si es la derecha o la izquierda, ha crecido la tendencia hacia la reelección, que antes había sido prohibida. En Bolivia la reelección estaba prohibida hasta que Paz Estenssoro modificó la Constitución para hacerse elegir una vez más y termino derrotado. Bolivia no es un país muy inclinado a aguantar demasiado tiempo a los gobiernos. Aun cuando la población mayoritariamente quiera volver a votar está votando contra la Constitución, está violando el Estado de derecho, está violando derechos fundamentales. En ese sentido hay un retroceso palpable, ojalá que pudiera enmendarse en el camino, pero parece cada vez más tarde, porque no hay tiempo, salvo que esto termine en un ajuste de cuentas callejero.
¿Cuál cree que debería ser el papel de la oposición en este panorama? ¿Unirse, por ejemplo?
Hace tiempo deberían haberle dicho al país “nosotros somos distintos, tenemos una visión de las cosas, tenemos otra idea de país, otro proyecto de presente y de futuro”. Esta tarea no es fácil porque aparentemente la oposición se ha quedado sin piso a partir del cual pueda reconstituirse. El MAS tampoco tenía proyecto alternativo, pero el despertar de la gente ha sido mucho más fuerte y ha terminado echando a los partidos, entonces se desarrollaron fenómenos que son peculiares, como la fuerte tendencia antipartido. No hemos podido construirnos como país, y no hemos podido ser Estado, no hemos podido organizar un Estado, los partidos, en general, más hablan de poder que de Estado. Creo que en esto ha habido un fracaso de los intelectuales que muy rápidamente se entusiasmaban con lo que estaba pasando y apoyaron con todo (al MAS), sin pensar que lo que estaban apoyando eran las bases con las cuales el actual poder ha empezado a construirse. (Los oficialistas) siempre aspiraron a tener monopolio en el poder, eso no fue nunca un misterio y eso no tiene nada que ver con la democracia. Así estaba escrito y la oposición estaba en otra cosa porque había quedado sin propuesta alternativa.
¿Usted cree que en este momento estamos en una situación sólo de poder?
Hay un poder de facto, pero siempre se olvida que hay un poder institucional, sólo que ese juego de poder está desordenado, el que quiere obtener algo, lo primero que hace es bloquear las vías y después intentar negociar.
Usted dice que cuando entró el MAS tampoco tenía un proyecto de país y que recibió apoyo por el hartazgo de la ciudadanía con los partidos. ¿No cree que puede pasar lo mismo, ahora, contra el MAS?
Sí, puede pasar, puede ocurrir. En 2005 el MAS no tenía proyecto, después lo presentó a la Asamblea Constituyente. Ese proyecto lo habían hecho otros, como que la Constitución y su versión final fue hecha en gran parte por los españoles. El MAS en ese entonces se apoyó en los sectores más radicalizados, que más habían sufrido y habían sido ignorados por los gobiernos. La oposición no tiene eso ahora.
¿No podrían ser los intelectuales, por ejemplo, o la clase media?
El problema es que la clase media no tiene ideas. En ese entonces, fuera del desencanto y el enojo de la población, había un sentimiento en el sentido de “no queremos este país, queremos este otro”, y cuando empezó la Asamblea Constituyente ya estaba listo el proyecto de nueva Constitución. Ese es un trabajo en buena parte de los analistas, de los intelectuales, que no los tiene la derecha. Ahora no hay eso.
Entonces, ¿ahora no existe proyecto alternativo al del MAS?
No hay alternativas en este momento y es por eso es que el país puede entrar en un proceso de descomposición interna, pero siempre hay una fuerza que aprovecha eso. En este momento la oposición es muy débil y, sin embargo, los tiempos se están acelerando, la oposición ha dado algunos pasos importantes, pero estos son insuficientes.
¿Usted no cree que pueda haber una solución democrática en las próximas elecciones?
Puede haber si realmente creen que hay que elaborar una visión distinta de democracia, pero que incluya a todos, es decir, que sea un proyecto de país.
¿Pero no sería una fantasía, tomando en cuenta que el MAS no lo aceptaría?
Ese es el gran problema de la historia del país, desde un principio nunca nos ponemos de acuerdo en nada.
Menos ahora porque el país está polarizado.
Y ahora menos. Cada uno tiene lo suyo y la única forma de defender lo suyo es apelando al voto o apelando al uso de la fuerza y lo que está ocurriendo en estas semanas es que la gente ya está saliendo a las calles, ya no hay respecto a otros y eso no empezó hace dos o tres semanas, eso ya se sabía hace un año. El juego del poder hasta ahora no ha podido ser ordenado. Los que van a imponerse son los que tienen más poder y el poder último es el uso de la violencia. Como país nos tenemos que poner de acuerdo en algo a largo plazo, quiere decir, en una idea de democracia que no sea ni de derecha ni de izquierda, sino que sea equivalente a derechos fundamentales.
Pero eso parece imposible ahora.
Si nadie lo plantea nadie va a buscar la solución. Como se sabe, las grandes utopías han surgido de las imposibilidades y la política es eso, es hacer posible lo que en determinado momento parece imposible.
¿Quién tendría que convocar a este gran consenso nacional?
Yo creo que en este momento no hay actores con la capacidad para hacerlo. El país está a la deriva.
¿Qué opina sobre la candidatura de Mesa? ¿Cree que puede canalizar el descontento?
Puede y tiene una visión distinta sobre muchas cosas con respecto a los otros políticos, y la población cree en él, pero no es suficiente, se necesita fuerza colectiva organizada, el gran problema de Carlos es que todavía no nos ha expuesto su visión de país. Tendrá que convencer a una buena parte del país que no vamos a volver al pasado, no nos vamos a quedar en el presente y que hay capacidad de gobernar.
¿Puede agravarse la crisis por los problemas presentados en el Órgano Electoral, como las falsas militancias?
Uno de los problemas es que el MAS estableció que todo lo que se hizo en el pasado no sirve para nada y que habría que refundarlo, entonces, en términos institucionales no aprovechó lo que el país hizo en el pasado. Cuando se organizó la Corte Nacional Electoral era la primera vez que el país tomaba en serio el asunto para hacer una institución que funcione, pero por problemas de un país convulsionado se llamó a la gente a echar abajo a todas las instituciones. Si hay una institución bien diseñada, pero los encargados de materializar no son competentes, el mejor proyecto va a fracasar. Ya nos está pasando con jueces que no entienden su tarea, magistrados que no saben qué hacer, y, en la Corte, yo echo de menos, por ejemplo, a los juristas porque se trata de un derecho electoral.
Eso se podría salvar aunque sea con asesores, pero, ¿usted cree que todavía hay independencia en el TSE?
La independencia no es algo que se dice sino que se prueba.
¿Usted cree que la Ley de Partidos fue una ingenuidad de parte del TSE o fue intencional para beneficiar al MAS?
Cuando nos designaron vocales de la Corte Nacional Electoral también nos designaron los partidos, pero sabíamos que a quienes nos debíamos no era a los partidos, sino a la ley y, además, tuvimos que demostrarlo para que los partidos se convenzan de que allá hay una autoridad que va a decidir por su cuenta. Yo creo que se trata de cualidad moral y la cualidad moral se logra eligiendo a los mejores para esos cargos. En el último tiempo lo que más ha valido no es precisamente el mérito sino la lealtad.
¿Al partido?
Al partido.
¿De quién es responsabilidad lo que está ocurriendo, del mismo Órgano Electoral, de los partidos?
En primer lugar es el propio organismo electoral, lo que no quiere decir que solamente ellos hubieran cometido errores; los partidos tienen su parte. Cuando los partidos tienen un margen de movimiento lo aprovechan.
El académico
- Académico Es doctor (PhD) en Ciencia Política por la Sorbonne Nouvelle.
- Intelectual Fue profesor y decano de la Facultad de Ciencias Sociales de UMSA y profesor de la FLACSO.
- Notable Fue vocal de la Corte Nacional Electoral y vicepresidente de la Constituyente.