Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 14 de diciembre de 2018
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
“El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros”.
Así, con la precisión de siempre, Gabriel García Márquez introduce una de sus obras más aclamadas, Crónica de una muerte anunciada (1981). Este relato, para muchos el más realista del autor colombiano, tiene una característica particular: el desenlace está anunciado desde las primeras páginas (la muerte de Nasar) y deja el interés del lector en el cómo se materializa esa condena fatal.
Al leer el devenir de la política en Bolivia, en el último lustro, nos encontramos con un escenario similar. En abril de 2013, cuando el Tribunal Constitucional Plurinacional avaló un tercer mandato del binomio del Movimiento Al Socialismo (MAS) -compuesto por Evo Morales Ayma y Álvaro García Linera- para las elecciones de 2014… la muerte de la democracia estaba anunciada.
Esta decisión ya contradecía el artículo 168 de la Constitución, aprobada por voto popular en 2009, pues éste indica que los periodos de mandato de presidentes o vicepresidentes del Estado son de cinco años “y pueden ser reelectos por UNA sola vez de manera continua”. Se escudaron en un mero tecnicismo. Dijeron que el artículo cobraba vigencia desde 2009 y que el periodo 2005-2009 no debía contabilizarse como un primer mandato, aunque así lo fue.
Pocos protestaron entonces. Quizás, porque como Santiago, los bolivianos aún eran felices “en el sueño”… donde el MAS y su binomio representaban la inclusión, la participación y la democracia. Con whipalas, coas y otros dispositivos simbólicos, buscaron sostenerse como la mejor opción para el devenir político boliviano.
Sueño inducido, población obnubilada, Democracia condenada. En 2014, con el 61% de los votos, el MAS ganó, aunque esa victoria no sería suficiente.
Al año de ser elegido el binomio oficialista, planearon un nuevo mecanismo para mantenerse en el poder. La excusa de la cantidad de mandatos ya no funcionaría. Entonces, con el disfraz democrático puesto, convocaron a un Referéndum, en 2016, para consultar la modificación del artículo 168. Esta vez, perdieron.
La condena de la democracia parecía disiparse por instantes. Los mandatarios nacionales ya no podrían ser reelegidos en las elecciones de 2019. Se sentía una “lluvia tierna” como en el sueño de Santiago. Ingenuos, creímos que estos resultados serían respetados, como tantas veces Morales, García Linera y otros cercanos a estos nos anunciaron.
Pero no. Durante esa gestión y la siguiente, se buscaron otras vías inconstitucionales para perpetuar al binomio del MAS en el poder y dar el tiro de gracia a la democracia boliviana.
El 28 de noviembre de 2017, el Tribunal Constitucional Plurinacional reafirmó la fatal condena. Con la excusa de un documento tan valioso e importante, como la Convención Americana sobre Derechos Humanos, habilitaron la repostulación inconstitucional de Morales y García Linera. La democracia “ya parecía un fantasma”, como diría Doña Clotilde, de Santiago Nasar, al verlo pasar el día de su muerte.
Aun así, los bolivianos creyeron que había una última esperanza. Como aquellos condenados que fueron salvados por un benevolente azar. En el caso nacional, más que la providencia, había un cálculo racional: el Tribunal Supremo Electoral no admitiría el binomio del MAS, pues contradeciría su propia palabra institucional, difundida en el marco del referéndum de 2016.
No obstante, este 4 de diciembre, el TSE habilitó al binomio de Morales y García Linera para las elecciones de 2019. Finalmente, la democracia en Bolivia sintió el “salpicado de cagada de pájaros”, que sintió Santiago al saber que iba a morir.
Y hoy, ¿qué hacemos los ciudadanos que queremos evitar este fatal desenlace? ¿Podremos cambiarlo con nuestra acción colectiva, racional, crítica y organizada? o, cual coterráneos de Santiago Nasar, ¿sólo dejaremos que la muerte anunciada se llegue a ejecutar?