Medio: El Día
Fecha de la publicación: viernes 14 de diciembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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De aquí en adelante al oficialismo solo le queda (supuestamente) recuperar la confianza del pueblo, mantenerse en campaña como lo viene haciendo desde 2006, derrochar millonadas en propaganda, inaugurar obras y usar los bienes del estado sin ningún control ni escrúpulo, pues no existe en el país ninguna instancia que pueda fiscalizar o ponerle límites al abuso descomunal.
Todo está de su parte: el TSE “peló capucha”, como se dice en estas tierras. El servilismo hacia el Ejecutivo es indisimulado y obviamente no habrá cómo asegurar un mínimo de transparencia. Todos admiten que las elecciones primarias serán un fraude y en los comicios del 2019 no habrá cómo evitar la manipulación del voto. Ese es el motivo del mayor regocijo oficialista pues aparentemente el camino debería estar allanado y solo hay que pensar qué estrategia envolvente inventarse para el 2025.
Pero en lugar de festejar esta supuesta consagración política en medio de un contexto tan adverso; en vez de celebrar la coronación del paradigma presidencial “yo le meto nomás, aunque sea ilegal”, la gente del Gobierno se enfrasca en la preparación del “plan B”, que a la luz de las pruebas que han quedado registradas, es la única alternativa d el “proceso de cambio” para conservar el poder.
Con el montaje que puso en marcha el pasado martes, el Gobierno ha demostrado que no confía en las urnas; que la cooptación del aparato institucional ya no le alcanza; que no habrá fraude o manipulación que le pueda asegurar una victoria más o menos creíble el 2019 y que la única salida es aplicar la estrategia cubana que no es otra que amedrentar, usar la violencia, perseguir y arrinconar a las fuerzas opositoras, método que se aplicó con mucha efectividad entre 2008 y 2009, con hechos como Porvenir y la masacre del hotel Las Américas.
Pero la forma tan burda e improvisada cómo se ha puesta en escena esa película repetida, no solo habla de la falta de convicción del régimen, sino también de una carencia de coordinación, y especialmente de unidad interna. Dos días después de la quema del edificio del TSE, en el Gobierno no se ponen de acuerdo en cuanto a quién culpar, un viceministro admite que se ordenó retirar a la Policía y una funcionaria admite que horas antes de que comience la acción, las fuerzas de seguridad ya sabían lo que iba a ocurrir y se instruyó la evacuación.
Con el montaje que puso en marcha el pasado martes, el Gobierno ha demostrado que no confía en las urnas; que la cooptación del aparato institucional ya no le alcanza; que no habrá fraude o manipulación que le pueda asegurar una victoria más o menos creíble el 2019.