Medio: El Día
Fecha de la publicación: jueves 13 de diciembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Nadie sabe cómo llega el régimen a esa conclusión habida cuenta que en los últimos diez años no ha habido ni una sola manifestación violenta en contra del “proceso de cambio” y en todo caso, toda la carga represiva, los abusos de poder y la persecución ha sido protagonizada por el propio Gobierno, tal como lo atestiguan hechos como el de Chaparina, los Yungas, Pailas, el atropello contra los discapacitados, entre muchos otros episodios en los que no hubo una provocación que justifique el ensañamiento policial.
En todo caso, hace mucho que el Gobierno está buscando la oportunidad de llevar las cosas al extremo, a situaciones críticas como las de 2008 y 2009, ocasionadas por la misma incitación que ha estado ejerciendo desde que llegó al poder en 2006, con una fórmula de incentivo del odio y el enfrentamiento que le ha dado buenos resultados en la capitalización política.
Esa ecuación comenzó a debilitarse hace mucho tiempo, cuando a raíz de la marcha del Tipnis, la población, incluyendo los bastiones políticos más importantes del oficialismo como La Paz y Potosí, llegaron a la conclusión de que el indigenismo y la ecología eran apenas unos pretextos para imponer un sistema autoritario de corte violento que no mide consecuencias. Desde entonces, la imagen, la popularidad, la confianza y la credibilidad del régimen se han venido en picada y no ha habido nada que lo haga salir del pozo, salvo las trampas que lleva adelante para conseguir la perpetuidad como violar la constitución e ignorar la voluntad de los votantes.
Las plataformas ciudadanas, las organizaciones indígenas, el movimiento cívico, los médicos y otros sectores que han protagonizado en los últimos tiempos la lucha por la democracia, han dado el mejor ejemplo de lo que la lucha pacífica y no violenta puede lograr para conseguir la conciencia de la población que en numerosas ocasiones ha acatado las medidas de protesta en forma disciplinada y sin provocar incidentes.
El boliviano no tiene vocación por la violencia, pero menos todavía, interés por perder su libertad ni involucionar hacia la dictadura y el totalitarismo. Es obvio que la ciudadanía no se va a quedar de brazos cruzados, observando cómo se instaura una tiranía en el país, pero en todo caso la mejor lucha, la más efectiva será la que apela a los recursos pacíficos que están respaldados por la constitución. Se están multiplicando las huelgas de hambre, se vienen más paros y movilizaciones y se anuncia que los estudiantes universitarios comenzarán a formar parte de la escalada de protestas. Ninguno de los defensores de la democracia está dispuesto a caer en la trampa facinerosa del oficialismo.
Se están multiplicando las huelgas de hambre, se vienen más paros y movilizaciones y se anuncia que los estudiantes universitarios comenzarán a formar parte de la escalada de protestas. Ninguno de los defensores de la democracia está dispuesto a caer en la trampa facinerosa del oficialismo.