Medio: El Diario
Fecha de la publicación: domingo 09 de diciembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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La propaganda y los discursos agitan rencores entre la población y las clases sociales del país, descendiendo barranquera abajo, al abismo de la división demoledora de la unidad nacional. Los 13 años de gobierno hemos concurrido a una elección o más de una por año, pretendiendo que, electoralmente, el partido oficial supere los niveles de más del 50 y 60% logrados en sus años primeros. No fue así. La proporción menguó en la misma medida en la que se hacían visibles los errores de la administración, la falta de empatía de los discursos y en tanto la corrupción se generalizaba. Así lo demostraron las dos inopinadas elecciones de magistrados, medida descalabrada que sufrió una desoladora orfandad de voto y la segunda se convirtió en un plebiscito presidencial aún más negativo. La justicia designada de ese modo, no tiene otro destino que seguir precipitándose en la injusticia.
Pese al cuadro descrito, el Gobierno contando con su reajustado aparato electoral convocó al Referendo de 21 de febrero de 2016 para una nueva reelección mediante la derogación del Art. 168 de la Constitución, norma que prohíbe el ejercicio de más de dos periodos presidenciales. La lejanía de esta consulta, con casi 4 años de anticipación al evento electoral de 2019, muestra una desesperación de grado conmovedor. Ante el rechazo en las urnas, la estrategia oficial se refugió en un Tribunal Constitucional nacido de su entraña, cuyo origen lo hace obediente ciego al amo. Su írrita sentencia invocó el “derecho humano” a la reelección indefinida. El Pacto de San José no avala la dictadura, bajo ningún título.
Con tan deleznable argumento, el paroxismo de una nueva reelección llegó a niveles increíbles. La entrega de “obras” cobró frenético afán y el helicóptero presidencial viaja para ese objeto unas 3 veces al día. Luego se nos endosó la nueva Ley de Organizaciones Políticas junto al presente griego de las primarias, pero los partidos y frentes no dan para más de un binomio, haciendo ociosa y dispendiosa esta pantomima primaria destinada a poner fin a la ilegalidad del binomio Morales-García Linera, objetivo al que se prestó el Tribunal Electoral, aunque subsiste el atropello a la voluntad soberana.
El plan concebido desde la sentencia del TCP se cumple rigurosamente en la implementación de lo que el pueblo vislumbra ya como una franca dictadura, a su paso buscaba la consecución de un oponente, logro obtenido con el señor Carlos Mesa. La táctica enseña al perpetuo ungido tener siempre un contendiente al frente y ahora para su contento suman 8. Vendrán las primarias en enero de 2019 –copia del imperialismo capitalista- y finalmente una elección planificada en consuno con un Órgano Electoral que complementa el control de todo el aparato estatal, obediente a una sola voz, por lo que la ciudadanía no tiene garantía de imparcialidad ni probidad para la próxima elección.
En esta inmersión del país, transcurre el tedioso y polvoriento camino electoral trazado con más énfasis para estos 5 años, en los que la siempre débil gestión del gobierno se abandona al insidioso proselitismo –como jamás en la historia, cada ministro tiene un área específica de campaña-, proscribiendo las prioridades nacionales conformadas por un rosario de necesidades insatisfechas de la población. Así, damos la triste imagen de un país sin otra mira que la política y el voto, mientras el resto del continente -salvo Venezuela y Nicaragua- labran tenazmente y sin tiempo su presente y futuro.
Donde se mire, los procesos electorales abarcan escasos pero suficientes 3 meses antes del día del voto. Aquí vivimos 13 años insumidos en la estulta politiquería y entre nieblas de una abrumadora propaganda, tan fatua como mentirosa, inducida al odio clasista y étnico. Nuestro país debe buscar afanosamente su palingenesia.