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Medio: El Deber
Fecha de la publicación: domingo 09 de diciembre de 2018
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
Dirección Web: Visitar Sitio Web
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El asunto es fácil, ahí el hombre se puede regodear hablando y diciendo lo que quiera ante un par de millares de personas que apenas lo aplauden (eso mostraron las imágenes), pero por lo menos no le llevan la contra: ganancia y punto alto para los ‘especialistas en calmar al animal político’ que Morales lleva adentro; a la bestia a la que hay que cebarla y adormecerla con aplausos y algunos vivas…
A estas alturas, los ‘laderos de Morales’ saben qué lo calma y han tomado del realismo mágico la fórmula para adular y mantener al autócrata en la nube en la que han logrado estacionarlo, nube que está llena de calles y marchas en su favor, en lugares y espacios preparados con anticipación, para que el ‘líder’ vea, recuerde y sepa cuánto lo quieren; el problema es que lo que dice allá se lo puede conocer en el país; entonces, el resto de la ciudadanía (esos que le recuerdan que Bolivia dijo No) se entera y se burla de sus discursos y ese es un tema que sus adulones no pueden evitar.
La boba y simplona calificación de las plataformas, figuras fundamentales del paro como “alfombras de la derecha” y su oferta de “armar seminarios para enseñarles cómo marchar”, son la muestra más patética del momento que vive Morales y la constatación de que al presidente le destroza el ánimo lo que hacen esas personas en calles, avenidas y caminos del país y, muy propio de su carácter, sale a atacar y a advertir que “hay que estar preparados, habrá cualquier amedrentamiento, cualquier mensaje de intimidación al pueblo para que Evo no sea ratificado”… y uno se pregunta… ¿de dónde salió este que cree que las llamadas primarias son una especie de ‘referéndum revocatorio’ en las que se va a ratificar a alguien?
Morales es muy básico y, como tal, no sabe disimular sus odios, molestias, alegrías o tristezas (lloramos cuando perdimos el referendo, dijo alguna vez). No importa si sus discursos cada vez son más pintorescos o patéticos, a él hay que darle el lugar donde sus frustraciones se cambien y eso es con aplausos de los que siempre lo aplaudieron; convencerse entre convencidos, dice la sentencia popular y ahí va… “matando canallas” (Silvio Rodríguez, La canción del elegido) de manera simbólica, tratando se exorcizar el muy mal momento del país y en el que él mismo se encuentra.
Morales puede hacer cuanto discurso quiera; Romero puede darse el trabajo de intentar minimizar la contundencia del paro; es normal, pero jamás van a poder convencer a la gente que sabe lo que pasó el jueves 6 de diciembre, que no pasó lo que ellos vivieron; no interesa, por tanto, lo que diga la propaganda del poder. Estamos ganando, decía Hitler, y tenía a los aliados en las puertas de su búnker, donde se suicidó pegándose en tiro en la cabeza; Morales no va a hacer lo mismo… Morales va a suicidarse políticamente con sus desaciertos; intento de reelección incluida, pero sabe que deberá morir en ese intento.
En lo que importa, en las responsabilidades del presidente, a lo mejor ni siquiera sabe que el panorama es peor que con los paros; caen las Reservas, pero no solo eso, el país está cayendo; no hay gas para vender; y si lo hubiera, Brasil y Argentina también tienen y mucho más que nosotros y vamos a vender tan poco que la economía se va a contraer; la corrupción y crisis institucional/estatal son muestras de que esto no va a terminar bien, pero ahí está él, como el director de la orquesta del Titanic, dirigiendo el suicidio (ellos no buscaron cómo salvarse), haciendo tozudamente lo único que, creían, que sabían hacer…