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Medio: Correo del Sur
Fecha de la publicación: viernes 07 de diciembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Ante una situación semejante, cualquier político con una mínima dosis de ética recularía para dar un paso atrás y luego avanzar dos adelante. En el caso específico de Evo Morales y Álvaro García Linera, la mejor salida, la deseable y la que evitaría grandes males nacionales, sería que desistan de sus candidaturas pero… ¿todavía estamos a tiempo para eso?
Morales y García Linera tuvieron la posibilidad de pasar a la historia por la puerta grande. La alta votación con la que resultaron elegidos y la que obtuvieron a su favor en un referéndum de revocatoria de mandato resultaban suficiente para ello. A eso se podía agregar los logros que el Gobierno propaga diariamente. Pero no. Los mandatarios se dejaron seducir por las mieles del poder —el presidente llegó al extremo de decir que se acostumbró a él— y decidieron mantenerlo, aún en contra de la Constitución.
Ahora, la perspectiva que se tiene al frente es diferente. Para empezar está el riesgo de la convulsión social. Si la indignación popular, que ya tuvo su primera manifestación ayer, crece a medida que se acerque la fecha no de las elecciones primarias sino de las nacionales, aumentará también la posibilidad de que las diferencias lleguen a enfrentamientos que nadie desea. La oposición, que siempre saca réditos de los errores de los gobernantes, se encargará de echar más leña al fuego.
Pero aunque la convulsión no estalle, o sea mínima, nada podrá borrar el hecho de que Morales y García Linera serán candidatos anticonstitucionales y, por eso mismo, ilegales e ilegítimos. Así no ganen las elecciones –pues esa posibilidad también cabe–, pasarán a la historia con esa mancha.
Pero todavía no es demasiado tarde para rectificar errores. Lo ideal sería que, tras ver el masivo rechazo a su nueva postulación, ambos candidatos renuncien a ella y den paso a otros militantes de su partido. Semejante gesto sería interpretado como magnanimidad y les sumaría mucho respaldo popular, el mismo que fueron perdiendo desde que comenzaron a violar la Constitución. Pasado un periodo de gobierno, podrían volver a postularse y seguramente tendrían una alta votación.
Pero la realidad es muy distinta a los buenos deseos. Por una parte está el hecho de que ni Evo ni Álvaro quieren alejarse del poder por un tiempo porque eso daría lugar al surgimiento de nuevas figuras en su partido y eso significaría poner en riesgo su verticalismo. Por otra parte está la cuestión legal: la Ley de Organizaciones Políticas, que es la norma que introduce las elecciones primarias en nuestra economía jurídica, exige que los candidatos sean los elegidos en esos comicios internos de los partidos. Esa es una de las razones por las que el MAS se empeñó tanto en aprobar y promulgar esa ley.
No obstante, una de las claves para la resolución de un conflicto es la voluntad política. Si el MAS quiere evitar una convulsión social que no sólo ensangrentaría al país sino le mermaría gran parte del apoyo popular con el que todavía cuenta, puede encontrar la fórmula para que la referida ley no sea un obstáculo. Si pone el mismo empeño que puso para encontrar la forma de justificar una repostulación ilegal, y usa su aplanadora en el congreso, lo más probable es que encontraría la manera.
Pese eso es en un escenario ideal. La realidad es que lo último que ha considerado el MAS es dejar el poder así que lo más probable es que seguirá con su plan, aún a riesgo de sumir al país en una de las peores crisis de su historia.