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Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: jueves 06 de diciembre de 2018
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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El (ab)uso conceptual de “mayoría” o de la voluntad del “pueblo”, tan caro al nazismo, es la práctica que justifica y prolonga al régimen de Evo Morales y Álvaro García Linera. Primera coincidencia: nazis y mazis (masistas) llegaron al poder electoralmente por el descrédito de partidos democráticos. Asentados en el gobierno destruyeron estructuras institucionales que, en Bolivia, eran productos débiles de un acuerdo democrático al que los mazis descalificaron de pactado (“cuoteo”). Ahora no hay negociaciones, sólo negociados donde los “robolucionarios” controlan todo: desde el parlamento y el TSE, pasando por sindicatos “independientes” (COB), hasta un aparato judicial al servicio de prácticas “ideológicas” delincuenciales. Nota, el lector, ¿cómo se “profundizó”, en nombre del “pueblo”, la democracia en el proceso de cambio?
El régimen nazi organizó un modelo político–económico que centralizó el poder en un estado absolutista controlado por el partido al servicio de los caprichos del caudillo (führer). El poder y la autoridad no emanaban de las bases, sino de una persona, Hitler —el irremplazable—, tanto que el culto a su personalidad llegó a extremos absurdos comparables al de futuros caudillos africanos, caribeños y andino–amazónico–chaqueños. Imitando a un rey francés al führer le gustaba repetir: “Yo soy el partido”. Estaba equivocado: “… hemos encontrado”, decía un jerarca nazi, “nuestra fe en Adolf Hitler y a través de él hemos encontrado a Dios una vez más”. Me consuelo que en el mazismo Evo Morales apenas es, según un yatiri cocainero, una “bendición de la Pachamama” y “regalo de Dios” según cantantes tránsfugas.
Para mantener y avivar el entusiasmo de sus partidarios, el nazismo se enMAScaró con una ideología “socialista” y “nacionalista”. Su slogan era defender a la patria de enemigos internos y externos que explotaban al “sufrido pueblo” ario. Enemigo interno era cualquier persona opositora al régimen: los “conspiradores” judeo–marxistas, los “traidores” socialdemócratas y la “basura” (Testigos de Jehová, discapacitados, gitanos, homosexuales y prostitutas). El enemigo externo era el capitalismo internacional (Inglaterra, Francia y Estados Unidos). La profundidad ideológica del nazismo se limitaba a la práctica racista de nosotros “buenos” y ellos “malos”. El MAS, aunque menos coherente, calca este comportamiento maniqueo. ¿Sabe alguien qué significa, en el imaginario mazista, “vendepatria”, la “derecha” o el “imperio”?, ¿quiénes son los “indios”, “kharas”, “mestizos” e “interculturales”?, ¿qué es “verdad” o “mentira”? Repiten su versión todos los días, al igual que los nazis, por la radio, la televisión y la prensa serviles.
La política exterior de Hitler, manipulando aspiraciones populares, recuperó territorios “injustamente” arrebatados por otras naciones: Renania en 1936 y en 1938 anexó Austria y los Sudetes. Su apetito de “sangre y tierra” no tenía límites. Esos éxitos causaron el delirio de sus seguidores. Los movimientos sociales de entonces —los SA (paramilitares) y luego los SS (“guerreros sagrados”)— tomaban las calles en nombre del “pueblo alemán” atemorizando a los ciudadanos demostrand0 la razón de la fuerza. Nunca, antes del nazismo, la política en las calles fue tan efectiva para controlar grupos irracionales y violentos en nombre del “pueblo”. No pocos ciudadanos de buena fe fueron engañados por una política insensata que prometía un Tercer Reich de mil años. Incluso, cuando en septiembre de 1939, Hitler invadió Polonia, los “movimientos sociales” salieron a cantar victoria anticipada en las calles cuando en realidad era el inicio del fin: ese mismo día Inglaterra y Francia declararon la guerra a Alemania. Los mazis, menos optimistas que los nazis, hablan de un régimen de 500 años y, en vez de triunfos, ofrecen fracasos en política exterior. Aislaron a Bolivia internacionalmente y perdieron jurídicamente el mar en La Haya. Pero los movimientos sociales siguen celebrando sus “victorias” y toman las calles ante cualquier “provocación” a su hermano mayor que ha hecho de la mendacidad una política de Estado. Estos actos, además de una grosera ostentación de poder e impunidad en las calles, son una advertencia para el resto de la ciudadanía que cree en el imperio de la ley.
Los nazis, pese a sus triunfos pasajeros, son apenas un mal recuerdo. Los borró la historia y la resistencia de personas decentes. Sucederá lo mismo con el MAS: “La historia, como el mar, es hermosa por lo que borra” (Gustave Flaubert). No pasarán. Vale.