Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: viernes 15 de diciembre de 2017
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Demandas
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En esa reciente audiencia, Evo Morales abundó en que es “el pueblo”. Le dicen “‘Tu vida no depende de vos, tu vida depende del pueblo’. Eso lo decide el pueblo. Ud. me está insinuando que yo me estoy forzando…yo no quiero. Pero tampoco puedo decepcionar a mi pueblo.”
¿Qué es el pueblo? Un mataburro consigna tres acepciones de la palabreja. La una se refiere a “los habitantes de una cierta región”; la dos a una “entidad de menor tamaño que una ciudad” y la tres a la “clase baja de una sociedad”. Nuestro doctor de una veintena de títulos Honoris Causa, se debe referir a la primera, aunque algunos de sus seguidores ostenten atributos de la tercera.
Quizá Evo Morales se refiere a que “pueblo se denomina al conjunto de personas que integran el Estado” y está “formado por todos los individuos” (¿e“individuas”, en barbarismo redundante?) “que a los ojos de la ley están en igualdad de condiciones”. ¿Acaso la desigualdad social no es uno de nuestros males? En las urnas, el mismísimo Evo desconoció el imperio de la mayoría, que no es la de sus “movimientos sociales”, dizque porque fue ínfima la diferencia de votos. ¿Esperaba un resultado en contra como el 93 por ciento de la receta que pidió al dictador de Guinea Ecuatorial? Me late que “el pueblo” al que se refiere Evo Morales son la mazorca de sus “movimientos sociales” y la patota de empleados públicos obligados por descuentos en sueldos mensuales.
El entrevistador sondeó: “en la Constituyente de 2006 dijeron que el primer mandato contaba y luego no contó. Luego, antes del referendo de 2016 para definir si podía volver a ser reelecto, dijo que si perdía no insistiría y perdió”. El “Jefazo” intentó explicar la media vuelta incumpliendo la alternancia democrática, pateando el tablero del referendo constitucional de 2016 en que la mayoría le dijo NO a su prorroguismo. Faltó nomás que engrupiera con el papo de estar en su chaco, se abrieron los cielos y una voz estentórea le ordenó aferrarse a la silla presidencial: “siento una obligación. Una presión. Un destino a seguir siendo presidente”, dijo.
¿Qué es el destino al que se refiere? Creo que cada cual define su destino, en base al karma de sus acciones. ¿Para qué hablar de pueblo y destino, si lo que cuenta en un gobernante es su desempeño y los resultados de su gestión? Poco se podía esperar de uno que apenas sentado en el trono hizo acuñar monedas de oro e imprimir sellos postales con su efigie.
Ni hablar de sus megalómanos proyectos de industrialización del gas natural. Como la urea de Bulo Bulo, sin tren ni mercado seguro; la floja planta separadora de líquidos de Río Grande, y peor, la megaplanta de Yacuiba, que funciona al 27 por ciento de su capacidad. ¿Gobernaba para el pueblo indígena? Que lo digan los proyectos fantasmas de pillos del Fondo Indígena; la invasión de parques nacionales para cultivar coca y la destrucción del Tipnis; los nuevos ricos cocaleros. Ni allí logrará una mayoría, algo que olería a fraude electoral.
Lo más despreciable de la gestión de Evo Morales es la corrupción, tema en que los pupilos del mentado “proceso de cambio” dejaron chiquitos a sus predecesores “de la derecha”. No hablemos de uno que balbucea lecciones de moral, afectado por el melodrama sexual de la Zapata. ¿Acaso no hubo dolo en el caso YPFB y Catler Service? ¿Qué tal el satélite que los nicas de Ortega compraron por menor precio?; ¿las visas chinas de disfrazados del partido de gobierno?; ¿las barcazas chinas de los milicos de Enabol?; ¿los diplomáticos abusivos en Argentina?; ¿los 33 camiones de contrabando con permiso de Quintana?; ¿el sobreprecio en el avión presidencial sin licitación?; ¿el ‘tumbe’ a Ostreicher?; ¿el Vicepresidente y el contrato a parientes de Air Catering?
Falta nomás que se cierre el círculo de la Operación Lava Jato y sus implicancias en Bolivia. Porque el iluminado fue pupilo del populista brasileño, después condenado a nueve años y medio de prisión por recibir bienes de la OAS, “empreiteira” brasileña que recibió contratos “muñequeados” por Lula a través de Evo.