Medio: El Día
Fecha de la publicación: miércoles 05 de diciembre de 2018
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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No había que ser tan ingenuo para anidar un mínimo de esperanza de que se produzca un gesto de heroísmo en el Tribunal Supremo Electoral (TSE). Todos creíamos que había cierta resistencia entre los vocales y que todos ellos estaban capeando una situación complicada llena de presiones y amenazas y en el fondo existía la confianza de que los impostores no se saldrían con la suya. En el peor de los casos pensábamos que al menos se la pondrían más difícil.
Lo que nadie esperaba era el descaro y la desvergüenza con la que han actuado, plenamente en contubernio y los cálculos del oficialismo, haciéndole el juego a una estrategia destinada a “patear el tablero” político y dejar en posición fuera de juego a las acciones que se llevaban adelante justamente para evitar que el TSE consume este golpe de estado, el primero que se da en el país después de la asonada militar del 17 de julio de 1980 que llevó al poder a Luis García Meza.
De aquí en adelante no se puede esperar nada positivo del TSE y su trabajo estará orientado a asegurar que el binomio habilitado ilegalmente para las elecciones primarias se anote una victoria a como dé lugar en los comicios del 2019, sin importar cuál sea la decisión que emita el pueblo en las urnas. Con este tribunal podemos olvidarnos de un proceso transparente, de una campaña electoral libre de atropellos y manipulaciones. Nos enfrentaremos ante un periodo de derroche descomunal, de malversación de fondos públicos, del mal uso de los bienes del estado y obviamente queda descartada la depuración del padrón, instrumento que servirá para consolidar un fraude nunca visto en la historia del país.
En estas condiciones no queda más que la fuerza del pueblo para recuperar el poder que le pertenece, la soberanía que le ha sido arrebatada y la libertad que se esfuma siempre que aparece un mesiánico que se cree predestinado para gobernar y el único con capacidad para administrar el Estado. Afortunadamente el boliviano es un pueblo que siempre se ha resistido a las tiranías; los procesos autoritarios han tenido corta duración y ante la resistencia, las fuerzas sociales no han tenido piedad. Lo que acaba de ocurrir es precisamente una insolente provocación a la paciencia de la ciudadanía.
El boliviano es un pueblo que siempre se ha resistido a las tiranías; los procesos autoritarios han tenido corta duración y ante la resistencia, las fuerzas sociales no han tenido piedad. Lo que acaba de ocurrir es precisamente una insolente provocación a la paciencia de la ciudadanía.