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Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 05 de diciembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Ancestralmente las mujeres nos hemos ido dando modos colectivos e individuales para romper la rígida división sexual del trabajo, del conocimiento y del espacio.
Unas compitiendo de forma directa con los hombres para demostrar su capacidad en los mismos términos en los que el sistema impone; esto, de hecho, está sucediendo todos los días en los colegios y universidades, donde todavía, con una misoginia cordial, se asombran de que las “mujeres sabemos pensar” o de que en muchos casos somos las mejores alumnas.
Otras camuflándose en el mundo masculino para pasar por “hombres”, imitando sus cuerpos y sus conductas, y librarse así del peso de la relación sexista que invade, intimida y agrede, y caminar tranquilas por el mundo, pasando por hombres, siendo mujeres. De hecho, eso está sucediendo en cientos de oficios donde las chicas no quieren parecer chicas, sino chicos para vivir con tranquilidad y seguridad, y dedicarse a oficios prohibidos para ellas, donde, “casualmente”, se gana más dinero que lavando ropa o cosiendo faldas.
Otras huyendo de sus torturadores y fundando familias de ellas con sus wawas núcleos, quienes difícilmente dejan nuevamente entrar hombres en sus vidas. Tal es la magnitud de esta huida que hoy ya se ha redefinido mil veces la familia, despojando al padre originario del poder que tenía de ser el eje único de una familia. Son generaciones enteras de hijos e hijas de sus madres que van por el mundo contando la épica historia de una madre con hij@s felices.
Otras impugnando la idea del hombre como proveedor único y que con trabajo o sin trabajo se han lanzado masivamente a las calles en busca de su emancipación económica, invadiendo todos los escenarios económicos posibles, desde la prostitución, el comercio, el contrabando, los servicios; cualquier cosa con tal de ganar su propio dinero. Tal es la magnitud de ese proceso, que hoy en Bolivia esas mujeres mueven circuitos económicos fundamentales que abaratan el costo de vida y que garantizan educación, vivienda, salud, alimentación e ilusiones a la mayor parte de la sociedad.
Este gran movimiento subterráneo ha hecho que hoy no haya actividad económica ni oficio donde no estemos las mujeres, dando una pelea contundente por nuestra felicidad y nuestra libertad; una pelea que transformó nuestras vidas y la vida de la sociedad misma.
En una Bolivia así, la política formal, la política de los partidos políticos, la política de los candidatos, la política que toma los medios de comunicación, en un país que se mueve con la fuerza de las mujeres, los hombres monopolizan todo el espacio de “la política” para sí mismos, dispuestos a ceder un porcentaje en calidad de “concesión formal”, pero no en calidad de redefinición de lo que por política entendemos.
Me atrevo a decir que Mesa, Morales, Linera, Patzi y company son la última generación de los hijos fracasados. Son la última generación del monopolio masculino, en el que la característica principal del candidato será la de ser “hombrecito/machito”.
La despatriarcalización de la sociedad boliviana es un proceso imparable que se está gestando desde el fondo de la subjetividad misma de las mujeres; no es un proceso que responde a la concesión de derechos, sino que responde al empuje generacional de deseos emancipatorios en las mujeres.
Las iglesias y los movimientos fascistas y fundamentalistas son un intento de parar esto con violencia e intimidación, pero ni toda la masacre que los feminicidios representan pueden aplacar esta rebelión subterránea que está buscando las palabras y las formas para emerger.
El mayor sabotaje que enfrentamos las mujeres hoy es la no disponibilidad de tiempo libre para pensar; es hoy lo único que nos diferencia de nuestros hermanos, amantes o amigos. Nosotras, corriendo de un lado a otro; mientras ellos toman el sol, van al prostíbulo, tienen reuniones de amigos y hacen política.
En cuanto nos descarguemos el kepi y nos demos el tiempo para pensar y discutir, encontraremos el camino no para tomar el poder, sino para despojar al poder como lo hicimos con la familia, de su condición definitiva que es la de darle al “machito y sus deseos” el lugar protagónico y central. Es evidente que las ideas se les acabaron y el tiempo se les viene acabando también, ésta es su ultima ronda.
María Galindo es miembro de Mujeres Creando.