Medio: El Día
Fecha de la publicación: martes 04 de diciembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Se trata de la última vez que en Bolivia se tiró a la basura el voto de la gente, se ignoró la decisión del soberano y se impuso el capricho de un grupo de inescrupulosos que sumieron al país en la corrupción, el abuso de poder y el narcotráfico.
Todos los detalles coinciden casi a la perfección, no solo por la amenaza de llevar al país a la misma degeneración, sino por el riesgo de que la continuidad ilegal de Evo Morales en el poder, signifique la aplicación de los mismos métodos represivos, la violación de los derechos humanos y el control político, cosa que ya está en curso, según lo ha admitido el comandante nacional de la Policía, quien le comunicó al presidente que todos estamos bajo estricta vigilancia.
Afortunadamente la población conoce muy bien el peligro que tiene al frente el país y se ha puesto en marcha y en vigilia, esperando una decisión histórica, valiente y providencial del Tribunal Supremo Electoral, entidad que tiene en sus manos la decisión de darle continuidad al proceso democrático o consolidar el golpe de estado, lo que sucederá si se aprueba la cuarta postulación de Evo Morales, la violación de la constitución y la voluntad de los que votaron el 21 de febrero de 2016.
En contramarcha no solo se encuentra el oficialismo, el verdadero autor de esta tensión en la nos encontramos, sino también la clase política tradicional que prácticamente ha abandonado la lucha por la democracia y se ha entregado a la angurria electoralista, como si la pretensión del régimen sea la de respetar el voto de la gente, que día que pasa le va quitando el respaldo y la confianza al Gobierno.
A esta vigilia también se suma el trabajo de organizaciones civiles que velan por los derechos humanos y que han llevado la causa boliviana a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, donde este miércoles se tomará una posición acerca del fallo constitucional que pone a la tiranía como una garantía elemental de los líderes políticos.
Luis García Meza duró poco más de un año en el poder. Nadie se puede quedar más sin el respaldo del pueblo, de las fuerzas políticas y de la comunidad internacional, pero fue tiempo suficiente para provocar una gran herida en Bolivia, que tuvo que esperar hasta 1982 para iniciar la restauración democrática a un costo muy alto, pues hasta entonces, la economía se había deteriorado hasta límites desastrosos. El riesgo de hoy es mayor, pues además de que la pesadilla podría durar más tiempo, las consecuencias sin duda alguna serán peores.
La población conoce muy bien el peligro que tiene al frente el país y se ha puesto en marcha y en vigilia, esperando una decisión histórica, valiente y providencial del Tribunal Supremo Electoral.