Medio: El Deber
Fecha de la publicación: martes 04 de diciembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Idoneidad. Es una palabra que, a medida que pasó el tiempo -y con este muchos de los valores ético-morales básicos sin los que la funcionalidad de una colectividad es poco menos que imposible-, ha perdido su presencia en la política.
El ser humano es un ser racional y pasional, y debido a esta última característica se deja llevar por sentimientos que configuran esquemas a veces irrealizables porque están reñidos no solamente con la ética, sino, en muchos casos, con la posibilidad o la práctica. De esta forma —debido a las injusticias y las brechas que el hombre tan bien sabe establecer en su realidad histórica—, han ido formándose esquemas “ideales” de convivencia (a los cuales apunta desde distintos espacios: la calle y las academias, verbigracia), como son, por ejemplo, la sociedad anarquista, la comunidad armónica con las personas de distintas orientaciones sexuales, la sociedad equitativa con la mujer, la sociedad respetuosa del medioambiente (al cual algunos quieren hacerlo sujeto de derecho) e incluso esquemas ideales desaforados y hasta enfermizos como el colectivo social de vida armónica con los animales… A lo que quiero llegar es a que el ser humano, animal político al fin, guiado por esos ideales, muchas veces se extasía con personas cuyos perfiles puedan, de alguna manera, vincular la realidad con esas utopías o esquemas sociales “ideales”, olvidando que el mérito de las personas es o debiera ser el primer criterio para la selección de los gobernantes.
Muchos esperaban una cara femenina al lado de la de Carlos Mesa. El binomio, sin embargo, ya se ha definido con dos varones. Y el partido ciudadano, en consecuencia, estará a la cabeza de dos señores. ¿Vale la pena que quienes reivindican la equidad de género se rasguen las vestiduras o se queden con los crespos hechos?
Quizá Pedraza no sea un gran orador ni un gran arengador; y no es, ciertamente, un excitador de las masas populares. Pero sí tiene ciertas cualidades intelectuales que lo hacen apto para aspirar a la segunda magistratura del Estado. Es un asunto de méritos, aptitud y preparación, y yo pienso que Mesa fijó en ello su mirada antes que en cualquier otra cosa para escoger a su acompañante. Y eso es lo que se debe buscar ahora más que nunca en la política de todo lugar: aptitud, capacidad, competencia, idoneidad, para desempeñar tal o cual cargo en el Ejecutivo, en el Judicial e incluso en el Legislativo, ya que no debemos olvidar que, pese a que el diputado tiene el perfil del representante popular, el parlamentario está llamado a legislar, actividad para la que es menester gran sabiduría y mucho bagaje intelectual. Porque además de la corrupción que nos está enfermando la moral y el erario, la incapacidad de los funcionarios es otro de los grandes problemas que debemos encarar con una nueva estrategia: devolverle a la política la cualidad del pensamiento y la intelectualidad que debe tener.