Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 04 de diciembre de 2018
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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Habrá que buscar la mente “genial” a la que se le ocurrió algún rato la tontera de organizar primarias dentro de los partidos. Algunos, al criticarlas, se ofuscan –no sin razón– porque en ellas sólo competirá un binomio, lo cual reconfirmaría lo ridículas que son. Pero el problema de fondo no está ahí. El disparate es que haya quienes sigan creyendo hace años –mucho antes de Evo e inspirando indirectamente sus tropelías– que habría que inyectarle, donde se pueda, savia democrática “al cuerpo estatal”.
Creen que la sociedad estará mejor cuánto más procesos se impregnen de democracia y participación. Ya me imagino esos talleres donde los diseñadores de la ley de partidos políticos, con ojos lacrimosos, al estilo de dibujo animado japonés, se palmeaban emocionados unos a otros por haber avizorado un “salto cualitativo” de la democracia boliviana, instituyendo la democratización a nivel de la elección de candidatos dentro de cada partido.
Incluso he leído que algunos reclaman el que no se haya permitido que sea cualquier ciudadano el que pueda meter su cuchara, incidiendo con su opinión en quién será el candidato de un partido, del que ni siquiera son militantes. No importa, el lema parece ser: la cosa es que todo sea “participativo”.
Todo eso genera un Estado y sociedades mediocres, y bullangueras, atrapadas en una obsesión pueril, en la fantasía de inocular democracia donde se pueda, con intelectuales paseándose con jeringas goteantes de suero democratizante por los recovecos del Estado, buscando dónde pinchar más democracia. Estos incontinentes son un estorbo mayor para el desarrollo serio de Bolivia y su sistema político. Bolivia necesita un nuevo tipo de Estado que más bien acabe con esos disparates de una democratización atolondrada.
Que lo democrático rija, sí, pero ahí donde haga sentido, no en cualquier lugar, ni a cómo dé lugar. El nuevo líder de este país no será aquel que salga con promesas de “democratizar” más al Estado. No. Al contrario. Será el que anuncie que, a la vez de proteger la democracia –mas sólo donde ella haga sentido– se dedicará la misma energía a otros fines tan urgentes, como liberar al judicial del voto, llevándolo hacia una selección despolitizada de jueces; sacar al canal estatal de TV del manoseo del partido de turno; revertir una ley como la de partidos, la cual acabó avalando un derroche de impuestos en primarias ridículas, etcétera.
Este incidente de las primarias confirma la plaga de una cultura nacional, errada en ello, de querer premiar al politico que prometa democratizar más. Sólo el tema del mar –otro lastre mental– parece que le produce al alma nacional más espasmos de excitación que esta psicosis democratizante.
Cuando la dicha nacional se dé más bien por contar con una Contraloría ejemplarmente independiente; con fiscales idóneos e implacables contra el poder de turno; con una Policía autorizada para no acatar cuando se la quiera manosear desde el “falacio del pueblo”, en fin, con magistrados electorales que frenen al caudillo voraz, en vez de quebrarse cuando el país lo que espera de ellos es apego estricto a la ley, valor y decoro; entonces le estaremos dando en el clavo. Mientras tanto estaremos dando duro a la producción de una atmósfera que es justo la que respiran los que viven del abuso del poder.
Franz Xavier Barrios Suvelza es economista.