Medio: La Razón
Fecha de la publicación: lunes 03 de diciembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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¿Esto podría desvirtuar las primarias? La flamante Ley de Organizaciones Políticas encuentra el primer tropiezo de sus buenas intenciones cuando ya no uno, sino todos los partidos presentan primarias no competitivas. Esto hace que la ciudadanía se pregunte: ¿estamos listos para avanzar en un proceso de transparencia y democratización interna en los núcleos centrales de nuestra joven democracia? ¿Podemos confiar nuevamente en un sistema de partidos? No hace mucho la sensación compartido era “que se vayan todos” (como en Argentina).
Se van a utilizar casi Bs 27 millones en un proceso de elecciones primarias que en realidad solo tiene dos objetivos: mantener las siglas de algunas organizaciones políticas que se resisten a perecer, y hacernos parte de una pulseta preelectoral que nos demostrará qué opción logra llevar más militantes a las urnas. Ninguna de las dos opciones contribuye al objetivo inicial: profundizar la democracia interna de los partidos.
Ésta es una llamada de atención sobre el rol de los partidos en su contribución a fortalecer la legitimidad de la democracia, que no está en su mejor momento. Marta Lagos, presidenta de la corporación Latinobarómetro, recientemente destacaba una tendencia regional de pérdida de confianza en la democracia. Sostiene que el problema de América Latina no son los países que dejaron de ser democráticos, sino aquellos “donde hay problemas en el funcionamiento de las democracias y están con importantes grados de peligro de dejar de serlo”. Lagos puntualiza que “el principal problema de las democracias en América Latina es el deterioro de las élites, la corrupción y la desconfianza ciudadana en las instituciones de la democracia”.
Esta opinión surge de los datos reflejados en el informe de Latinobarómetro 2018, que difunde los resultados de una encuesta aplicada en 18 países del continente, donde se destaca que en América Latina, tanto el apoyo como la satisfacción con la democracia se encuentran en su nivel más bajo desde 1995. El porcentaje de la población que considera que la democracia es preferible a cualquier otro sistema alcanzó su nivel más alto en 1997, con 63%, justo cuando empezaba la caída de las dictaduras sudamericanas. Hoy sostienen esa opinión solo el 48% de los encuestados (mismo nivel que alcanzó en 2001, cuando la crisis asiática impactó la economía mundial). Esto significa que cinco de cada 10 personas puede preferir vivir en un sistema no democrático si ello implica el cumplimiento de otras aspiraciones (económicas o sociales).
En cuanto a la satisfacción con la democracia, al margen de que se le considere o no el mejor régimen, quienes se consideran “más bien satisfechos” o “muy satisfechos” con el funcionamiento de la democracia en su país alcanzaron el mayor número en 2010 con 44%, para caer hasta el actual 24%.
La voluntad con la que se elaboró y aprobó la Ley de Partidos Políticos en Bolivia (LOP) era justamente devolver credibilidad y confianza de la población en su sistema político. Y seguramente en el mediano y largo plazo la LOP logre su propósito. Sin embargo, en el corto plazo, la falta de generosidad, visión estratégica y exceso de caudillismo hace que sus principales actores, los partidos políticos, no actúen en consecuencia de este objetivo. Creo que es un buen momento para que las organizaciones políticas asuman un rol más responsable frente a las señales rojas que las investigaciones en torno a la democracia nos revelan.