Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 02 de diciembre de 2018
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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Desde hace un tiempo se están alineando los astros para la oposición. Después de una década en la que era el gobierno del MAS era el que estaba favorecido por la buena fortuna, ahora ésta le es elusiva.
La renuncia, inesperada, de Samuel Doria Medina y su anuncio de que respaldará a Carlos Mesa (o al candidato que esté mejor ubicado) es un evento adicional en ese alineamiento de los astros. Con que Mesa logre atraer para sí la mitad del respaldo de Doria Medina, que bordeaba el 10%, hará que se amplíe su leve distancia actual con respecto a Evo Morales.
La forma cómo se han ordenado las piezas hasta ahora determina que sólo existe un candidato opositor fuerte (Carlos Mesa) y uno de medianas posibilidades (Óscar Ortiz, sobre todo por el arrastre de Demócratas en Santa Cruz). Los demás, por el momento, son relativamente irrelevantes, aunque queda un año de larga campaña por delante. Los astros también están indicando, junto a las encuestas, que Morales perdería una eventual segunda vuelta, y probablemente hasta la primera.
Incluso más, entre los nueve binomios que se presentaron ante el TSE, hay algunos, como el que encabeza Félix Patzi, que le restará votos a Morales, no a Mesa.
Con todo lo dicho, el alineamiento de los astros no se debe a una mano celestial, sino a una seguidilla de errores del Gobierno. Como ya he dicho en anteriores ocasiones, las acusaciones sobre Quiborax contra Mesa tuvieron un evidente efecto búmeran, favoreciendo a éste y perjudicando al oficialismo. Las actuales acusaciones referidas al caso Lava Jato podrían producir lo mismo.
Luego, haberse empecinado en que se realizaran las primarias para las elecciones del próximo año y no para las de 2025, fue otro error: hizo que la oposición actuara con celeridad en presentar sus candidaturas, y en el apuro, Doria Medina no logró un acuerdo con Demócratas y salió del ruedo.
Tal vez, con más meses de plazo, como el que ofrecía el cronograma original, la oposición hubiera ido separada en varias facciones relativamente fuertes y no habría, como hoy, un solo candidato consolidado (Mesa). El error más grave, y trascedente, es haber violado el voto y no haber aceptado el resultado del 21F.
Pero los principales enemigos de Evo y Álvaro son Evo y Álvaro. Ninguno de los dos hace esfuerzos serios para atraer a los indecisos o al tercio de votantes que alguna vez los apoyó y ahora les da la espalda. El obtuso estilo de atacar a la “derecha”, al “imperio” y a los “vendepatrias” ya no genera efecto ninguno, más bien provoca hartazgo. Convence a su 30% de convencidos, que no son, obviamente, suficientes. Y luego, insistir en que se dará “huasca” a la oposición en las primarias, que ésta recibirá una “paliza” y otras declaraciones por el estilo lo único que hacen es enfatizar en una retórica polarizadora que les fue beneficiosa durante años, pero que hoy es estéril.
Pero ni Evo ni Álvaro pueden ir contra su esencia, contra lo que son realmente, personajes confrontacionales que sólo ven enemigos, no rivales. Un cambio de tono y una morigeración en el estilo le sería muy útil al oficialismo, pero simplemente sus máximos líderes no están capacitados para ello. No se endereza un árbol torcido.
Parte de la ciudadanía parece estar ansiosa de vivir en un país más normal, menos enguerrillado, con mandatarios menos locuaces. No se puede saber con exactitud cuánto les perjudica, pero cada vez que Morales y García Linera dicen cosas como que “farrean ocultaditos” o que son “tirilleros”, no están ayudando precisamente a sus candidaturas. Por suerte para la oposición, no hay manera de que sus asesores les hagan entender aquello.
El reconocido empecinamiento de Morales también hará que no se suspenda la organización de las primarias, que generan un gasto insulso y que sólo tiene como objetivo dar la impresión de que tiene más apoyo del que realmente goza. Su idea es que cientos de miles de personas registradas en el MAS vayan a votar y que las cantidades sean muy superiores a las de los partidos opositores. Y con ello, poder decir que es el líder más popular del país. Para eso despilfarrará 27 millones de bolivianos.
Esa estrategia genera varias dudas. La primera es que existe conciencia –porque el oficialismo lo reconoció explícitamente– que los registrados fueron presionados a inscribirse en el MAS. Y como la normativa de las primarias establece que al elector no se le dará carnet de sufragio, no habrá modo de saber si el militante fue o no a votar y por lo tanto no podrá ser forzado a hacerlo.
Segundo, está presente el riesgo de que el voto nulo, acompañado de creativas expresiones, sea la marca de las primarias del MAS. Como la mayoría de los inscritos a ese partido no son genuinos simpatizantes, muchos no le tienen ningún aprecio, todo lo contrario. No se puede descartar que, munidos de un marcador, den rienda suelta a su imaginación, dejando irreverentes mensajes en las papeletas. En vez del acto masivo que está imaginando Evo desde hace meses, las primarias podrían ser una jornada de desagradable bochorno. Es que cuando se acaba un ciclo, se acaba nomás.
Raúl Peñaranda U. es periodista.
Twitter: RaulPenaranda1