Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 02 de diciembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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A riesgo de que los lectores de mi columna interpreten estas líneas como lo hacen algunos amigos, que creen que lo mío con María Galindo es un amor no correspondido, vuelvo a iniciar esta glosa refiriéndome a ella, pero esta vez para aplaudirla. Su acción, el martes pasado, de ir a echar pintura al nuevo palacio de Evo y denunciar una vez más sus múltiples hipocresías es válida e importante. Además estuvo muy bien calibrada. Por lo de ese día, felicidades a María.
La referencia a este hecho tiene relevancia porque el edificio de marras es un argumento palpable, de enormes dimensiones -hecho en concreto - de por qué Evo no debería seguir en el poder. Como todos sabemos, una permanencia larga en éste calcifica a las personas y les impide tomar decisiones inteligentes, eso, inclusive si es legal esa permanencia.
Si se quieren forzar las cosas, si se entra en la ilegalidad, la bola de nieve de absurdos puede llevarnos a situaciones como las elecciones primarias de los partidos, que le costarán un dineral al erario, y en las que, en realidad, no se podrá elegir a nadie, porque en cada tienda política no hay más que una fórmula inscrita.
Pero vayamos al principio. La Constitución vigente acepta tan sólo una reelección, tanto del Presidente como del Vicepresidente. Tiene un enorme defecto que la hace una Constitución de mala calidad, se trata de la posibilidad de poder ser cambiada tras un referendo, en forma inmediata. Una Constitución más sólida no permitiría este tipo de cambios inmediatos, precisamente porque eso invita a quien detenta el poder a modificarla para su propio beneficio.
Eso es lo que trató de hacer el MAS con el referendo del 21 de febrero de 2016 y la sorpresa fue que perdió ese referendo, por lo que esa debilidad de la Constitución no pudo ser aplicada para el beneficio del poderoso de turno.
La argumentación del derecho humano de Evo Morales de ser reelegido cuantas veces quiera es una payasada que no puede ser tomada en serio, y si lo es, como está sucediendo, se convierte no sólo en un chiste truculento, sino en un delito que tarde o temprano deberá ser pagado por todos los implicados.
Aceptar la inscripción de Evo y Álvaro es una ilegalidad porque es una violación a la Constitución, pero es también injusta para los demás candidatos, porque en esta justa tienen una ventaja incalculable que se traduce en una ininterrumpida promoción de la imagen del Presidente desde el día que asumió el cargo de la entonces llamada República de Bolivia.
No es necesario enumerar la enorme cantidad de medios de comunicación y de material de propaganda que están al servicio de la glorificación de la figura de Evo. A eso se deben sumar las facilidades con las que cuenta por el hecho de estar en el Gobierno, incluyendo los aviones, los coches y una ingenua Policía que declara en un acto institucional que espía y hace manejo de “inteligencia” a favor del Presidente.
Una reelección de Evo violenta algo que es fundamental en una democracia sana, que es la alternancia de grupos dedicados a la política en el manejo de la cosa pública.
Una opción de verdadera decencia ciudadana debería implicar boicotear las elecciones de 2019 si es que en éstas participan ilegítimamente Evo Morales Ayma y Álvaro García Linera, pero eso podría ser manejado por quienes detentan el poder en su beneficio, y es por eso, que asqueados, violentados, humillados por Evo y Álvaro, los bolivianos tenemos que seguirles el juego, y participar en esas elecciones.
Sólo queda esperar que así, como sucedió el 21 de febrero, en las elecciones del 2019 tampoco se salgan con la suya. Y que ese horroroso edificio que recibió la pintura roja el martes pasado se convierta no sólo en un monumento a la arrogancia, sino en una demostración de que este tipo de comportamiento no tiene futuro.
Agustín Echalar Ascarrunz es operador de turismo.