Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: viernes 30 de noviembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Las elecciones primarias tienen lugar en exactamente 58 días y el paisaje político conformado por los binomios inscritos anteayer en el Tribunal Supremo Electoral es prácticamente plano, casi sin relieves.
Aun si ocurriese la improbable –aunque totalmente legal y técnicamente posible– inhabilitación del binomio del Movimiento al Socialismo es muy poco probable que la irrelevancia de ese paisaje se transforme.
El 27 de enero del año próximo, 17 bolivianos y una boliviana, por parejas en nueve organizaciones políticas, pugnarán contra el voto en blanco y el nulo para acceder de manera formal y legal a la calidad de candidatos a presidente y vicepresidente del Estado.
Nueve meses después, los mismos binomios pugnarán entre ellos por obtener la mayor cantidad de votos, en los comicios generales del 29 de octubre de 2019. Mientras llega esa fecha, sus campañas nos dejarán conocerlos mejor: en sus ángulos positivos y más seductores para el electorado, por los mensajes con los que nos bombardearán sus equipos de campaña, y en sus aspectos, menos alagüeños y más oprobiosos –si los hay–, gracias a la guerra sucia de sus rivales.
Hasta que eso llegue, más pronto que tarde, la impresión general es que el escuadrón de candidatos está integrado por ilustres (casi) desconocidos, con unas pocas excepciones de dos categorías.
Una primera, conformada por los actuales Presidente y Vicepresidente y tres ex que desempeñaron esas funciones en periodos distintos, Jaime Paz, Carlos Mesa y Víctor Hugo Cárdenas, a quienes –en grados distintos – se les puede atribuir una talla de estadistas y/o una capacidad de liderazgo político, un talento para escuchar las aspiraciones de la mayoría de bolivianos y convocar su apoyo.
Una segunda categoría –compuesta por un expulsado del MAS en 2010 y actual gobernador de La Paz, Felix Patzi y un diputado opositor, Óscar Ortiz –de peso político-electoral limitado y personalidades poco relevantes.
Los 11 restantes brillan, en el mejor de los casos, en su entorno partidario, nada más.
Esta realidad no es una sorpresa. No, considerando que, desde 2006, los políticos opositores se abocaron a ejercer su cómodo y aséptico rol de severos críticos del oficialismo, cuidándose mucho de propiciar debates propositivos o formular propuestas alternativas. Y el oficialismo, al parecer, olvidó el rumbo de sus propósitos iniciales en su afán de hegemonizar el Estado y copar todas sus instancias.
Natural, en esas condiciones, que el paisaje político actual sea como es: conformado por rostros conocidos y gastados –¿que, en algunos casos, aspiran a reinventarse?– y una escuadra de (casi)desconocidos que se improvisaron como candidatos.