- AHORA DIGITAL - Denuncian a los diputados Edwin Rosas y Mariela Baldiviezo por transfugio político y son retirados de la bancada de CC
- El Potosí - Se alejan otros tres diputados y la crisis se profundiza en CC
- Ahora el Pueblo - ¿Qué departamentos tendrán boletas de votación completas y qué regiones no?
- Oxígeno Digital - Tras fallo del TCP, Vocal afirma que el TSE tiene dos caminos para definir la presidencia del MAS
- El Deber - Tras los fallos del TCP, hay amenazas de juicios penales contra asambleístas y el TSE
Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: jueves 29 de noviembre de 2018
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
El tiempo, ha dicho Susan Sontag, existe para que sucedan cosas. El espacio, para que no sucedan todas al mismo tiempo. Tiempo y espacio es una dualidad indisoluble, van siempre paralelos. No se bifurcan, no se juntan.
El tiempo es razón/es, el espacio, acción/es. En medio yace una trilogía que marca la esencia de esas razones y acciones: pasado, presente y futuro.
El pasado forja el presente. El futuro refrenda la complicidad indisoluble de los anteriores. Esa circularidad es implacable. Es la sombra histórica del ser humano.
El mito de Sísifo, presidente Juan Evo Morales Ayma, es cruel pero certero, no claudica, tampoco avanza, se queda ahí, como un castigo que no tiene la más mínima posibilidad de absolución, se repite y gira como una calesita que desgasta y pudre el progreso.
Parece que Bolivia estuviera condenada a empujar eternamente la roca de una historia cruda y dolorosa que, en cuanto logra avanzar un trecho alentador, otra vez vuelve a rodar y nuevamente se tiene que empezar a forjar una historia escurridiza. Su tiempo y su espacio, parecen estar hechos de sinrazones y de acciones mal agüeras.
A hurtadillas y de manera esquiva aún nos preguntamos si los bolivianos ya logramos ser protagonistas de la consolidación de nuestra democracia. Fuimos artífices, luchadores y vanguardistas, sin embargo, me temo que esa trayectoria todavía no posibilitó el robustecimiento de las bases democráticas. Porque definitivamente esa apuntalamiento no solo lo debe garantizar el Gobierno como estructura, sino, sobre todas las cosas, la sociedad como núcleo articulador, como corresponsable de ese protagonismo que forja el cambio.
Soy un boliviano que tiene que cargar, a contrapelo, con las irresponsabilidades, escándalos, acciones antidemocráticas y exabruptos históricos de tus trece años de gobierno y de los que te antecedieron.
Las diferencias casi no existen. Sus reglas de juego son calcadas.
Hay muchas formas de empobrecer a una nación, presidente Morales, las hay desde las más baratas hasta las más costosas. Las primeras, tienen el signo de la soberbia, la corrupción, la prebenda, la demagogia y el egoísmo.
Las segundas, son artimañas que no dejan avanzar un paso, porque sencillamente no existe conciencia social ni política que contribuya hacia un fin colectivo, único y compartido. Son costosas porque toman de facto las conciencias de sus ciudadanos y las rifan por centavos. “Secuestran” la institucionalidad democrática e imponen voluntades, egocentrismos y caprichos. Se adueñan del futuro y creen que la perpetuidad forma parte de un bien común.
Se es compatriota, presidente Morales, cuando se ejerce el concepto real de país, cuando se posee la voluntad de avanzar en los propósitos y detenerse en las diferencias, no para confrontarlas, sino para debatirlas y así unir propósitos despojándose de todo protagonismo donde la concertación y la resolución de conflictos sean parte esencial de un proyecto nacional, limpio y colectivo.
“La democracia, decía Alain Touraine, no es únicamente un conjunto de garantías institucionales, una libertad negativa. Es la lucha de unos sujetos, en su cultura y su libertad, contra la lógica dominadora de los sistemas”.
En esta Bolivia abigarrada y paradójica, presidente, no hay tragedia: todo se vuelve afrenta, y enfrenta el uno con el otro, el claro con el oscuro, el poderoso con el sometido, la verdad con la mentira.
Afrenta, esa que diluye sin disimulo los escándalos, lo antidemocrático y la violación a las leyes, hasta convertirlos en agua “filtrada” de la que todos, a sorbos, bebemos a diario.
Felicidades, presidente Morales, por hacer de Bolivia un país polarizado, donde la unidad social se escurre entre los dedos y pierde sustento cuando su posición, contrapuesta al consenso, se impone.
Felicidades porque la autonomía de la sociedad civil aún duerme su proceso para reconocerla como una condición básica de la democracia.
Felicidades por hacer que el 21F, a través de la desvergonzada negación de los operadores políticos del MAS y tu gobierno, se haya convertido en una de las grandes razones para impedir que la rueda de Sísifo caiga nuevamente y se tenga que comenzar todo de nueva cuenta, soslayando el respeto a la decisión del soberano.
Lo que mirabas de lejos está más cerca que nunca. Ese bulto oscuro que era para ti el 21F, se ha convertido en la luz que indica el camino hacia la reivindicación democrática. No será una lucha estacional, será perenne, aun cuando ya no estés en el trono.
¡Con el poder del verdadero pueblo te has topado, Evo!
Felicidades por dejar que la transparencia, la justicia y la equidad pierdan su valor esencial y se hagan añicos.
Felicidades, por no respetar la decisión democrática de un pueblo. La victoria del NO, una vez más se ha convertido en tu revancha, y tu imposibilidad a razonar democráticamente.
Felicidades, por que el manto negro de la corrupción ha cubierto ‘fraternalmente’ a este país, lo absorbe, lo consume y lo debilita. Hace que lo ilícito se convierta, como por arte de magia de la política y el poder, en lícito.
Me resisto a creer en la caída de la institucionalidad democrática, no obstante su inminente toma por el masismo en tiempos y espacios flagrantes y sistemáticos. Este presente está hecho con mucho del pasado, no solo del MAS como artífice del caos y el desorden, sino, sobre todo, de la figura de Evo Morales como protagonista de una conducta, ni siquiera irreverente ni contestataria, sino, desprovista de todo respeto por el otro, por la opinión diferente, por la democracia y el apego a las leyes.
Para Evo, la inclusión social, las libertades, la justicia y los derechos, son temas de Estado. Son privilegios reservados para los aduladores y los que comparten al unísono y sin chistar, los despropósitos del jefazo. Son condiciones imprescindibles e innegociables; sin todo eso y más, no hay paraíso.
La política de Evo reflejada en el MAS es un mercado persa. Hay de todo y para todos: desorden, caos, corrupción, infiltrados, llunk’erio, machismo, sexo, líos de faldas y Etc. Con todo ese gran ‘comercio’, se ha logrado desorbitar la legitimidad y el respeto a las instituciones. La última perla se suma a la gruesa enciclopedia de escándalos. Ahora resulta que la Policía hace seguimiento a periodistas y políticos de la oposición en las redes sociales. Especulando, supongo que siempre lo hizo. Lo que me flipa, es que justamente la institución que debe garantizar protección y seguridad a los ciudadanos, siembre la inseguridad y sea una amenaza constante para los bolivianos. Así como en los peores gobiernos de facto, la intervención, el seguimiento y el control social son una tarea de rutina y de ‘seguridad’ para el régimen, en esta coyuntura no se escatima esfuerzos por perseguir y controlar a quienes piensan diferente o están en contra de las aspiraciones mesiánicas del ‘hermano presidente’.
“Hitler es grande y nos trasciende a todos”, afirmó Joseph Goebbels en 1932. Rudolf Hess, como un eco, resonó: “El Partido es Hitler. Hitler es Alemania. Alemania es Hitler”. El dictador, experto en difundir la verdad de la mentira, remataría: “La masa cree más en la gran mentira que en la pequeña”.
¿“Es ésta la región más transparente del aire? Se pregunta Alfonso Reyes en “Palinodia del polvo”.
La región menos transparente es esa en la que siempre resucitan los fuegos fatuos. Tiene como gobierno a los inservibles, a los incapaces, a los que vomitan miseria en el día y fuego en la noche. Son antropófagos, se comen a sus habitantes y, con ellos, a sus sueños, a sus esperanzas. Su gobierno destila revancha, poco importa el futuro colectivo, nada, los derechos individuales. Esta región en la que habito se ha convertido en territorio tomado de hecho, donde las libertades están enjauladas y las voces silenciadas a fuerza de persecuciones y amenazas.
El autor es comunicador social.