Medio: Nuevo Sur
Fecha de la publicación: martes 12 de diciembre de 2017
Categoría: Conflictos sociales
Subcategoría: Problemas de gobernabilidad
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21F + 28N + 3D = ¿Y ahora qué?
DANIEL EDUARDO MORENO MORALES
Uno de los avances institucionales logrados por la democracia
boliviana durante los últimos 20 años es la consulta popular directa por
medio de referéndum. El referéndum, implementado por primera vez por el
Gobierno de Mesa en 2004, permite que la población decida directamente
sobre algún asunto de importancia nacional, confiriendo legitimidad al
proceso político. Un referéndum permitió la aprobación mayoritaria de la
Nueva Constitución Política del Estado en 2009, y este mecanismo está
reconocido en la misma CPE como instrumento de democracia directa con
carácter vinculante (de cumplimiento obligatorio). En tanto implica la
decisión directa del soberano, el referéndum es el único mecanismo por
el cual se puede modificar la Constitución boliviana.
La Constitución también deja claro que el Presidente del país no puede
reelegirse más de una vez de forma consecutiva. Evo Morales ejerce desde
2015 su segundo y último mandato (en verdad es el tercero, pero el
primero era en “otro” Estado y no cuenta), por lo que la única forma en
la que él pudiera volver a postularse a la presidencia es modificando
los artículos correspondientes de la Constitución. Y para eso convocó el
Gobierno a un referéndum que, de ser favorable, hubiera permitido la
repostulación del Presidente en la elección de 2019. La consulta se
realizó el 21 de febrero de 2016, pero para desconcierto de muchos, la
sociedad boliviana rechazó mayoritariamente la propuesta de modificación
constitucional. 21F.
Como en el Gobierno están convencidos de que Evo Morales es
“insustituible” y que el proceso de cambio no puede continuar sin su
liderazgo directo, decidieron poner en duda la constitucionalidad de los
artículos de la CPE que, como en cualquier otro país, limitan la
reelección presidencial. Así es que algunos legisladores interpusieron
una demanda ante el Tribunal Constitucional Plurinacional, argumentando
que los derechos políticos de los ciudadanos en ejercicio del poder
estaban siendo violados por la limitación constitucional en el número de
postulaciones para el cargo.
El órgano al cual se presentó la demanda de inconstitucionalidad, el
TCP, había tenido a sus magistrados electos por voto popular 6 años
antes, en un proceso polémico en el que se cuestionó fuertemente su
idoneidad y su legitimidad (los magistrados fueron electos de entre una
lista de candidatos cuestionada, con porcentajes de votación muy bajos
en una elección en la que el voto no válido superó al válido). De manera
sorpresiva, el 28 de noviembre de 2017 los magistrados del TCP le
dieron la razón al oficialismo por medio de un fallo jurídicamente
desconcertante y políticamente riesgoso. Un tribunal con baja
legitimidad y escasa confianza ciudadana desconocía lo que el soberano
había decidido en las urnas poco antes. 28N.
El fallo del TCP salió apenas unos días antes de que se realizaran las
segundas elecciones de jueces de los principales tribunales del país.
Esta forma de selección de magistrados única en el mundo pretendía ser
una innovación democrática de la Constitución boliviana, pero los hechos
sugieren que no pasa de ser un experimento fallido que ha debilitado
aún más la institucionalidad del sistema judicial. No es por nada que
los jueces de los altos tribunales no se eligen por voto popular en
ningún otro país.
Pese a las presiones en su contra, a lo confuso del mismo proceso
electoral y al clima de descontento ciudadano por la decisión del TCP,
el Tribunal Supremo Electoral administró la elección de autoridades
judiciales con integridad, más allá de sus propias limitaciones
institucionales. Y aunque el voto nulo se impuso, reflejando el
descontento popular con el Gobierno y con este proceso electoral en
específico, se eligieron a los magistrados que estarán a cargo de los
principales tribunales del país durante el próximo sexenio. 3D.
¿Y ahora qué? La “ecuación” que da título a este artículo tiene tres
consecuencias relevantes para el país. En primer lugar, se debilita la
democracia y sus instituciones. La decisión por voto popular,
institución fundamental de la democracia, es ahora menos creíble para la
gente en tanto puede ser revocada por una decisión judicial; al mismo
tiempo la importancia del voto se diluye en procesos electorales
insulsos como el de las autoridades judiciales. Una víctima colateral es
el TSE, que tiene que administrar procesos electorales enfrentando
muchas adversidades, a las que ahora se suma la devaluación del voto. El
sistema de justicia también queda ahora aún más debilitado que antes,
con jueces electos con escasa proporción de votos y con el estigma del
fallo del TCP actual. Y una nueva postulación, en esas condiciones,
afecta también a la figura del Presidente, quien es visto cada vez más
como alguien empecinado en mantener el poder a cualquier costa.
También se vislumbra un nuevo ciclo de polarización social y política en
el país. Mientras que unos, parapetados en los escritorios de las
dependencias estatales defienden con uñas y dientes una nueva
postulación de Morales, otros se atrincheran en la decisión popular del
21F o en el triunfo pírrico del nulo el 3D. Otra vez surge la tendencia
de ver todo el proceso reciente en blanco o negro, generalizando y
simplificando la complejidad histórica a un “a favor” o “en contra”. Y
los riesgos de una polarización elevada en un contexto de debilidad
institucional son grandes (recordemos que la sociedad boliviana llegó al
borde de la violencia durante la polarización de finales de la década
pasada).
Finalmente, esta combinación de eventos genera incertidumbre, uno de los
fantasmas más grandes de la sociedad y la política bolivianas. Las
certezas se basan en el funcionamiento normal y predecible de las
instituciones, el cual depende de reglas, la principal de las cuales es
la Constitución. Si la CPE puede ser declarada “inaplicable”, la base
misma que sustenta el ordenamiento social y político del país es
inestable. Pueden esperarse ahora todo tipo de demandas de
inaplicabilidad de la Constitución y las leyes; pero también es posible
que, ante la falta de credibilidad de las instituciones, algunos grupos
opten por acciones de hecho, como el desconocimiento de autoridades o la
toma de instituciones. Éstas son las condiciones en las que Bolivia
cierra el año 2017.
El autor es sociólogo