Medio: El Potosí
Fecha de la publicación: miércoles 28 de noviembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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La actualidad política se ve representada a través de la democracia de partidos. Para los analistas políticos tanto los partidos de izquierda como los de derecha adolecen de los mismos defectos que los conducen: “hacia la burocratización, la oligarquización, el desprecio de la militancia de base, en suma, la maquinaria que busca el voto y se olvida de la participación, el debate y la promoción del interés por la profunda democratización” (José María Mardones)
Por lo tanto si empezamos a referirnos sobre los desafíos de la vida política, y los desafíos de la Iglesia, se requiere pues una renovación de los partidos que responda a las necesidades actuales, donde se respete la diversidad de matices al interior del mismo, se flexibilice la estructura (que evite la burocratización) y dé una mayor “cabida a la responsabilidad y participación de los militantes”. Una vida política sana “tiene necesidad de una responsabilidad solidaria; y esta exige renuncia a favor de la comunidad. Lo cual sólo se justifica en función de un determinado sentido de la vida”.
Revitalizar la democracia debe contemplar una ética cívica “que promueva la solidaridad y la responsabilidad por el bien común”. A lo que se quiere apuntar es a una “ciudadanía social, es decir, a un sujeto de la política que deje de ser cliente y pase a ser partícipe activo, y responsable en la construcción social (y no solo hacerle creer que lo es)”, lo cual se logrará reforzando la dimensión ético-política.
Es de ahí, que la iglesia al contemplar con mirada crítica el actuar socio político de nuestra sociedad, se hace frente a una realidad que le invita también a mirarse a sí misma y ver los desafíos que van descubriendo; por lo tanto no puede menos que hacer el esfuerzo por escuchar lo que a dicha institución le acontece. En ese escuchar la iglesia debe mirar su propio actuar dentro de la sociedad, que no solo se debe enmarca en un rito, o en el solo hecho de congregarse dando la espalda a su realidad, o en dar meras reflexiones de fe; si no también, en acompañar a su iglesia, su pueblo, en los cambios importantes que marcan su diario vivir, y velando por la igualdad de condiciones en la vida familiar, social y política; porque recordemos, que Jesús no fue solo es un ejemplo de vida meramente ideal y utópico; El vivió y actuó de manera coherente, enseñando con su vida el significado de ser y sentirse libre, para amar, perdonar, escuchar y hacerse escuchar, sin manipulaciones de ninguna índole, el respondió a su tiempo íntegramente sin buscar vanagloriarse y menos aún que lo vanaglorien, y no fue un hombre indiferente a su realidad social. Y he aquí los desafíos que nuestra “Iglesia tiene con la vida Política”, y es el de no ser un mero televidente u observador ajeno a la realidad o indiferente a ella (como muchos lo quisieran). (R)