Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: miércoles 28 de noviembre de 2018
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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Al igual que yo –registrado en el MAS–, miles de personas han sido sorprendidas por su inscripción trucha a algún partido político. La noticia, acaso un ejercicio de futurología, no pasaría de una anécdota sobre la ineficiencia de las instituciones estatales si no alcanzara proporciones alarmantes (el 5% del padrón sería registro ilegal) y absurdas. Carlos Mesa, por ejemplo, no pertenece al FRI. El diputado opositor Rafael Quispe aparece en el MAS y varios masistas son militantes de PAN-BOL (diputado Édgar Montaño) o del FRI (asambleísta Gustavo Torrico).
Algunos ciudadanos afectados amenazan demandar jurídicamente a los delegados de los partidos porque fueron inscritos sin su consentimiento. Mi primera reacción fue seguir este ejemplo y solicitar asesoría legal puesto que el Código Penal no es claro al respecto:
“Artículo 198.- (Falsedad material).- El que forjare en todo o en parte un documento público falso o alterare uno verdadero, de modo que pueda resultar perjuicio, incurrirá en privación de libertad de uno a seis años.
Artículo199.- (Falsedad ideológica).- El que insertare o hiciere insertar en un instrumento público verdadero declaraciones falsas concernientes a un hecho que el documento deba probar, de modo que pueda resultar perjuicio, será sancionado con privación de libertad de una a seis años”.
En ambos acápites la frase problemática es “que pueda resultar perjuicio”, porque ¿qué pasa si algún legista prueba que en vez de “perjuicio” resulta un “beneficio” estar inscrito en un partido político?
Optimista hasta el disparate o más haragán que los potenciales litigantes, opto por el desvarío empobrecedor de ejercer mis derechos de flamante militante masista.
Primera reflexión: el partido está en malas manos. Una caterva de mentirosos, histriones y gente peor lo tiene secuestrado en nombre del “pueblo”. Evo Morales y Álvaro García Linera hacen, en nombre de todos, lo que les da la gana y en beneficio propio y de sus “caras conocidas”. Ante la ausencia de un pensamiento crítico –dos y dos son cualquier cosa en el “Proceso de cambio”– estos políticos nos han mentido y manipulado sin rubor alguno para ocultar sus desafueros. Tal vez muchos masistas de buena fe lo ignoran, pero las pruebas son irrefutables. No son calumnias de la “derecha”, de sacerdotes católicos o del “imperio”: basta oír, ver y leer las propias declaraciones de esos personajes en la radio, la televisión y la prensa escrita. Quizá, porque soy novato en el MAS, desconozco por qué la militancia tolera comportamientos aceptables sólo en organizaciones delincuenciales. Si hay razones superiores a la razón por las que debemos seguir apoyando al régimen Morales-García, por favor explíquenmelas y no me dejen en la ignorancia. Puedo ser ignorante pero me resisto a ser necio, en la acepción que la erudita María Moliner daba al término: “Ignorante de lo que podía o debía saber”.
Segunda reflexión: de persistir en nuestro apoyo irracional a Evo Morales y Álvaro García Linera, corremos el riesgo de extinguirnos como partido político con más pena que gloria. ¿Estamos dispuestos a pagar ese precio por culpa de dos ambiciosos sin escrúpulos? La democracia –y cualquier partido político– para renovarse y mejorar, requiere cambios de personas y de ideas: el mundo no se detiene aunque nosotros estemos estancados.
Tercera reflexión: todavía hay tiempo para salvar y profundizar nuestro movimiento. Un primer paso es actuar de manera decente: cumplir la constitución y los resultados del 21F. Esto implica desconocer la autoridad de Morales y García Linera. Sugiero, entonces, votar en blanco en las primarias. Asimismo, y esto es vital para el partido, hay que generar nuevos liderazgos surgidos, de preferencia, de la clase obrera. Así frenaríamos los desaciertos del régimen de Morales que tanto daño han hecho al MAS: ¡perdimos el referéndum del 21F!, ¡perdimos la medalla de Bolívar a las puertas de un burdel!, ¡perdimos los pantalones en el aeropuerto!, ¡perdimos jurídicamente el mar en La Haya!, ¡perdimos la decencia y la vergüenza!... ¿Qué MAS queremos y podemos perder?
Hago estas reflexiones con seriedad y buena fe para los jóvenes masistas (pitufos) porque los dinosaurios –que piensan con el estómago– las adjetivarán de estupideces. Y, si así fueran, corroborarían lo que, para nuestra vergüenza, dice el “Viejito Piola”: “Efecto dominó en los masistas, uno tras otro a ver quién dice la estupidez más grande. Impuesto a la boludez YA y nos llenamos de plata”. Vale.
El autor es economista y filósofo