Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 12 de diciembre de 2017
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia directa y participativa
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La escaramuza
Los nuevos sublevados
Toda la dinámica se sostenía en un conjunto de postulados que se daban por verdades inmutables.
Eran la ideología oficial del partido. Estos procedimientos alcanzaban diferentes grados de eficiencia en términos de participación y representación ciudadana. Constituían la forma natural de la lucha política. El “militante” reconocía un liderazgo y se identificaba con la posición ideológica que pregonaba de manera que los interlocutores eran claramente identificables. Los discursos ideológicos y el líder formaban las piezas claves del sistema político actuante.
Hoy las cosas han cambiado. El súbito despertar a la vida política de
una generación de jóvenes sin pasado ideológico ni militancia política
ha trastocado los parámetros clásicos de “hacer política”. El régimen
del MAS no tiene en frente “neoliberales” y sin esta pieza retórica su
discurso se desploma por sí mismo. Los nuevos actores sociales no
requieren una “conducción” pautada por criterios ideológicos para
intervenir en las luchas políticas y los discursos estructurados
ideológicamente no engranan con la percepción pragmática del poder que
los caracteriza.
La participación es un acto “privado”, más allá de cualquier estructura organizativa formal y los “discursos” del poder ya no se asumen como perspectivas inmutables. Las ideologías son fósiles del pasado reciente y la clásica confrontación entre las derechas y las izquierdas deviene en quimeras heroícas pero inútiles. El régimen en este orden de cosas perdió su categoría preferencial: ya no hay derecha a la que endilgarle el desastre.
Por otro lado, no se trata ya del militante (otro resabio de épocas
pretéritas), ellos son hombres y mujeres libres, mentes abiertas, vidas
aceleradas, movilidad continua, preparación ininterrumpida y
competitividad propia de una sociedad capitalista y moderna, no tienen
nada que ver con las formas comunitarias de producción y menos con un
“socialismo comunitario”. El “socialismo siglo XXI” es una quimera
totalitaria frente a la cual ellos son su negación espontánea en la
dialéctica de los opuestos.
La inteligencia artificial ha sustituido los discursos del poder y ha
posicionado la libertad, y los valores centrados en el ser humano y los
derechos civiles como el fundamento de algo que no es un discurso
ideológico, sino un dato de la cotidianidad que no están dispuestos a
perder ni negociar. Todo el boaventuresco discurso del retorno a los
orígenes se transforma, así, en un artificio de la imaginación
filosófica sin valor práctico alguno. Del “socialismo del siglo XXI”
pasamos de golpe y, sin previo aviso, al “humanismo del siglo XXI”, y
esas sí son buenas noticias.
Se trata –como puede verse– de un nuevo interlocutor frente al que los
rebuscados argumentos de clase o etnia puestos de moda por el régimen
del MAS no tienen el más mínimo efecto. El clásico “enemigo principal”
de la doctrina leninista descansa en paz en el sector de celebridades
del panteón de la historia.
Probablemente todo el accionar de este nuevo actor político cabe en el término “antipolítica ciudadana”, lo que significa que el MAS tiene ante sí un interlocutor con el que le será muy difícil entenderse, simplemente porque no logrará entenderlo nunca; hay entre ambos una diferencia cognitiva y una brecha epistemológica insalvable: el MAS se ha posesionado del pasado, este nuevo interlocutor en el futuro, los insurrectos jóvenes viven en línea, en tiempo real, no hay un solo punto de convergencia y son, en consecuencia, como el agua y el aceite; molecularmente incompatibles.
Para ponerlo en breve sólo resta decir que el régimen está a punto de
encontrar la horma de su zapato. Una insurrección de pañueletas rojas
empieza a inundar las plazas y aunque los problemas del MAS acaban de
empezar, y la batalla será dura y prolongada, de inicio tiene una
ventaja comparativa en contra: no tiene idea del tamaño del enemigo.
Renzo Abruzzese es sociólogo.