Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 27 de noviembre de 2018
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
La forzada disposición del Tribunal Supremo Electoral que obliga a los partidos de realizar elecciones primarias obedece a la urgencia oficialista de legitimar la candidatura de Evo Morales y de García Linera. Más allá de su ilegalidad, se asume como un recurso encubierto sin un sentido claro, en la medida en que promueve, o al menos pensaron que promovía, elecciones internas con el fin de “elegir” un binomio sin contendiente alguno.
Aunque esto era del todo evidente para el MAS, resultó no serlo para los fueros de oposición. Desde esta perspectiva, la “elección” de candidatos “oficiales” le permite al MAS construir una legitimidad inexistente; a la oposición, en cambio, reconstruirse y legitimarse a despecho del caudillo.
Durante algo más de 12 años, el discurso oficialista se dio a la tarea de negar la existencia de liderazgos nacionales. El MAS volcó toda su capacidad ideológica y simbólica para construir la imagen del caudillo como único, inobjetable, inamovible y eterno. Tan eficiente fue su trabajo, que a la hora de intervenir en elecciones bajo la sombra de una menguada hegemonía y un rechazo ciudadano contundente, se quedaron sin opción: si no es Evo no es nadie. Cualquiera diría que bebieron de su propia medicina.
En el campo opositor, todo el que pretendía hacer presencia era de inmediato calificado de caduco. Se lo presentaba como un resabio del pasado y, hasta hace apenas unos meses, se los calificaba de “dinosaurios”, especies extinguidas de un remoto pasado, inenarrablemente jurásico y neoliberal.
De pronto, a estos curiosos ejemplares los revivió el TSE, obligándolos a participar como actores del presente. En menos de lo que toma un parpadeo, Evo Morales tuvo que archivar sus conocidos odios políticos, revivir a los fantasmas que dio por muertos y sobrevivir bajo la sombra de los que tanto había denostado. No sólo les dio vida, sino que, además, hizo posible que éstos desnudaran la ilegitimidad del caudillo y la irremediable pérdida de la hegemonía, de la que tanto se jactaban.
Restituir partidos y organizaciones políticas de oposición conlleva un resultado de seguro poco deseado por el masismo; borra de la subjetividad social la presencia hegemónica del caudillo y hacer evidente que aquello de que Evo había llegado “para quedarse” , se cayó como un castillo de naipes.
De pronto el caudillo se vio forzado a reconocer que su participación no puede darse en solitario porque semejante pretensión le deba la misma talla que alcanzó Luis XIV de Francia, el “Rey Sol”, trágico personaje que acuñó aquello de que “el Estado soy yo”, principio activo de las monarquías totalitarias. Lo que nadie le dijo a Evo es que al monarca francés lo devoró la soledad de sus propias ambiciones personalísimas.
Como en política toda acción supone una consecuencia, parece que la necesidad de armar un show de apariencia democrática (muy apreciada por la prensa extranjera) lo único que ha producido, con cierta eficiencia, es la legitimación de lo que se habían empeñado en negar: la existencia de organizaciones políticas y su legitimidad social.
Los artífices de la revolución democrática y cultural se percataron muy tarde de que la oposición era inobjetablemente la única opción que les permitía mostrarse como un producto con cierta legitimidad, a pesar de la absoluta ilegalidad de las pretensiones electorales del caudillo.
A estas alturas no resulta difícil comprender que la maniobra les ha dado un resultado no deseado. Como un boomerang, la resolución del TSE reconstruyó el sistema político y legitimó una oposición activa, a despecho de sus mentores en el Poder Ejecutivo.
En política suele suceder con cierta frecuencia que una convocatoria antidemocrática y tramposa, produce resultados democráticos, lo dijo Zavaleta. Y aunque sabemos de antemano que esos resultados serán objeto de decenas de artificios con el fin de evitar la reconstrucción de las organizaciones políticas, la suerte está echada: el MAS y sus “truchos” candidatos saben que sin oposición (que es en última instancia la expresión de las pulsiones de la sociedad civil) ya no son más que la sombra de la sombra en una feria de ilusiones que acaba de terminar.
Renzo Abruzzese es sociólogo