Medio: La Patria
Fecha de la publicación: lunes 26 de noviembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
Se parte de prejuicios arraigados en el tiempo, además de visiones ya superadas por la historia. Los conceptos clásicos de izquierda y derecha son irrelevantes hoy ya que han sido despojados de contenido desde hace muchas décadas por la democracia neoliberal y la pseudoizquierda intelectual o sindicatera. En los años 60´s otra era la naturaleza intrínseca de los obreros e intelectuales: la de la Revolución en ciernes, la del comunismo como filosofía de un mundo nuevo, como utopía de la distribución justa de espacios estratégicos en una percepción de asumir un Mundo diferente, aunque sea parcial en la perspectiva histórica. Soñar valió y vale, aunque sea en el amanecer.
Lo que sucede hoy en Bolivia, después de décadas de regresión pseudodemocrática es una pantomima de participación para transformar la sociedad. El MAS nos vende simbólicamente la idea de que los derechistas que gobernaron entre 1985 y 2006 eran los "bandidos de la película" y cometieron los peores crímenes en aras de la "libertad de empresa". Ni lo uno ni lo otro, simplemente fueron producto de un sistema nacido ya en el tiempo de la expoliación española, y antes, actuaron de acuerdo a su formación elitista. Pero, había que luchar contra una oligarquía retrógrada y antinacional en términos de emancipación de todos los sujetos sociales, asumiendo un rol acorde a los términos de una Nación boliviana y no a los de una mezcla étnica carnavalesca reflejada en una Constitución que ni sus autores respetan.
Escriben y hablan algunos supuestos intelectuales con opiniones lapidarias: "Hay que renunciar al mar", "Bolivia es una realidad falsa", "No debemos luchar por nada porque somos el país 160 del mundo", "El Dakar es una pantomima que no atrae turismo", "Nuestro Ejército sería derrotado en 24 horas", "El Teleférico es propaganda del MAS, "La Planta de investigación nuclear provocará un infierno peor que el de Hiroshima" y "Hay que volver al Imperio inca".
Son criterios ignorantes y pesimistas que nos llevan a la tragedia y son malos, en realidad perversos, estos sujetos no saben dónde nacieron y a qué van. En realidad, no sirven porque un pueblo debe mantener banderas de futuro digno. Lamentablemente, lo que hizo una derecha perdida fue, y es, revivir a un monstruo prehispánico atávico y cruel. Le extendió una alfombra lujosa para que "gobierne eternamente".
Bolivia no necesita de apelaciones a organismos internacionales, como la CIDH, ya bastante vapuleada por gobiernos utilitarios de derecha o izquierda falsa. La oposición tradicional se mete zancadillas a sí misma. Da pelea en un escenario insulso.
Si fuera consistente abandonara el Parlamento populista, tuvo la oportunidad de convertirlo en arena de la disputa política frontal, pero la misión le resultó incómoda y perdió en su ineptitud. Ahora debe recogerse en sus miedos atávicos y concentrarse en su obligación transitoria de apartar al MAS del gobierno, y otra gente, más lúcida y combativa, agarrará las banderas de la liberación para todos, en un sentido histórico que no tema al rival, sino que lo confronte en la palestra política fundamental, la del poder.
Ahora, muchos opositores apuestan por alternativas electorales, no de poder, que se tornan en frágiles a la luz de la realidad. Piensan soberbiamente en que alcanzarán el "trono": ¿el de las cloacas políticas? Nada más falso, solamente entronizarán al mismo sujeto, al que se ríe del pueblo boliviano.
Deben reflexionar y pensar en el enemigo principal. Siempre habrá tiempo de solucionar discrepancias en un escenario más democrático, el de los hechos concluyentes de las libertades rescatadas con sacrificio mayor. Bolivia se merece un destino mejor y lo tendrá no por estos actores de teatro cómodo, de encuentros con el poder espurio, sino de rescatar una unidad transitoria pero necesaria en la coyuntura. Después los puños servirán en el cementerio del populismo barato.