Medio: Ahora el Pueblo
Fecha de la publicación: viernes 23 de noviembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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En el marco de una realidad geopolítica mundial y latinoamericana, caracterizada por una disputa por la hegemonía, la revolución boliviana conducida por el presidente Evo Morales enfrenta, cada día, la virulenta ofensiva de la oposición de derecha, cuyos principales referentes se sienten alentados por la actual administración estadounidense, aunque ya fue con Obama que la contraofensiva imperial dio señales de su deseo de recuperar lo que los intelectuales del Pentágono llaman su “patio trasero”.
A los dirigentes de la oposición no les interesa otra cosa que truncar el Proceso de Cambio y la continuidad del Presidente indígena en el Gobierno. Es más, están dispuestos a todo, incluso a convulsionar el país y fracturar la estabilidad económica y política que ha beneficiado a todos, incluso a los que políticamente se sitúan en el frente opuesto. No les importa que Bolivia se haya convertido en un ejemplo de crecimiento económico y distribución de la riqueza en el ámbito internacional. Los mueve su obsesión de volver a ser el poder para atender los intereses de los pocos.
De ahí que es correcta la caracterización que hace el vicepresidente Álvaro García Linera, quien en una entrevista a un periódico de circulación nacional sostuvo que las elecciones de octubre de 2019 “estarán bastante polarizadas, entre avance y retroceso, transformación y regresión, estabilidad y desastre”. La oposición, como se ha señalado varias veces, no tiene un programa alternativo que no sea el retorno al pasado de privatización y transnacionalización. Hay que mirar a la Argentina y Brasil para darnos cuenta de los peligros que nos acechan.
Esto quiere decir que la dialéctica revolución y contrarrevolución está subiendo de intensidad en el país, en condiciones distintas a la de 2008-2009, pero similar en términos de que se pone en juego todo lo que se ha conquistado en 12 años de un gobierno indígena campesino y popular que, por vez primera en nuestra historia, ha surgido por la lucha y la convicción de “los de abajo”. La reacción del desplazado bloque en el poder era de esperarse.
La derecha, que ha retomado el control de varios países que estuvieron gobernados por la izquierda, siente que ahora le toca llevarse por delante al Proceso de Cambio en Bolivia. Hay que anotar que, salvo en Argentina, en los demás países los proyectos neoliberales han regresado de la mano de los llamados golpes de Estado de nuevo tipo. Incluso en Brasil, donde primero se dio un golpe a Dilma Rousseff y luego se impidió la participación de Lula da Silva en las elecciones pasadas.
Por eso, el sujeto histórico que hizo posible la revolución en Bolivia tiene una enorme responsabilidad. Cuenta, como punto de partida, con el liderazgo histórico del presidente Evo Morales, pero debe dejar de lado los intereses corporativos de corto plazo y retomar con fuerza los intereses comunes de largo plazo.